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capítulo 16 (comentario)

texto: capítulo 16

La ausencia de valores que se observa en el mundo sería verdaderamente preocupante si llegáramos a la conclusión de que el ser humano, con sus ideas, es capaz de desviar el sentido de la historia. En realidad eso es lo que el propio mundo materialista pretende hacer creer al pueblo, que ellos pueden redefinir y reconducir todos los valores incluso fuera de los límites que en culturas anteriores fueron definidos.
La realidad es otra muy diferente: Transgredir la voluntad divina y oponerse al devenir natural del universo vienen a ser en esencia dos expresiones de un mismo principio. El cosmos se desplaza en una dirección natural que, efectivamente puede ser violentada, pero esa trasgresión no va a dar como resultado otra cosa sino destrucción y frustración. Porque el cosmos es mucho más que unas ideas fijas en las mentes de unos dirigentes, que al fin y al cabo no son más que el producto de una cultura determinada por unos condicionantes históricos.

Lo que realmente es preocupante no es la idea de que el sentido de la historia pudiera ser desviado, sino el sufrimiento en los seres humanos, consecuencia de la pérdida de valores, que lleva a su vez a un conflicto muy serio: La ausencia de todo contenido vital. La vida se concibe como resultado de unos procesos orgánicos, y los sentimientos, confluencia de humores y hormonas. Esta ausencia de contenido no puede ser sostenida indefinidamente, y mucho menos con la pretensión de que se corresponde con una idea que está sustentada en la visión científica de la realidad. No está lejos el día en el que el espíritu recupere el patrimonio de la verdad que la razón le ha usurpado.
El ser humano: Resultado de un azar orgánico que brota, se consume y desaparece para siempre. Este principio le invita a entregarse a aquello que pueda ayudarle a olvidar su absoluta inutilidad: La sexualidad, como forma más elemental de producir placer; el poder, como forma instintiva de evadir el sentimiento de insignificancia; y el dinero, dueño del mundo y dios de todo aquél que ignora dónde está la Vida.

texto: capítulo 16

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