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capítulo 17 (comentario)

texto: capítulo 17

El Tao, el Camino, no es un principio estático. Sin embargo el dinamismo que entraña el Camino no es nunca un hacer por hacer, ni un hacer desde la propia voluntad, sino que observa una profunda devoción por las leyes del cosmos. La no-acción no es cruzarse de brazos, la no-acción hace referencia a la sabiduría de saber no interferir en el desplazamiento cósmico natural.
Tampoco el Cristo, Camino, Verdad y Vida, es estático, todo lo contrario. Sin embargo Jesucristo invita a la obediencia interior y dice: “no os resistáis al mal”.

Jesús de Nazaret encarnó plenamente al Cristo, y el Cristo habló abiertamente a través de Jesús, pero el Cristo existía desde antes, desde el principio de los tiempos. El Cristo está presente en toda la creación, pues el Cristo, que es el impulso divino de salvación, es el que genera todas las cosas. En toda búsqueda de la Verdad, desde un extremo de oriente hasta el otro extremo en occidente, está presente el Cristo, y nadie que busque con verdadera entrega dejará de encontrase con Él.
Pero Jesucristo es mucho más que el Cristo que habla, es el Cristo que derrama su Espíritu en la humanidad mediante la muerte por Amor.

No hay que dejarse llevar por la tentación de identificar principios en un ánimo de simplificación pueril: El Tao no es el Cristo, pero en la concepción del Tao, el Camino, está muy presente el impulso divino de salvación, con todos sus valores.
Para el que se hunde en las palabras es imposible descubrir en el Tao los mismos cimientos profundos que en el evangelio cristiano son los valores eternos. Pero para el que no acepta distinciones entre “libros sagrados” y “libros profanos”, y conoce por sí mismo a Dios, también le reconocerá allí donde esté la semilla de la verdadera divinidad sin menospreciar ninguna fuente de procedencia.

texto: capítulo 17

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