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capítulo 19 (comentario)

texto: capítulo 19

Las palabras son útiles cuando se emplean para mostrar y para instruir sobre el ensamblaje de los armazones racionales. Los sistemas lógicos de ideas se pueden montar y desmontar, como las reglas de un juego. Entonces las palabras no son otra cosa sino una manera de mimetizar lo exterior del ser humano, lo superficial.
Sin embargo cuando de trata de trasmitir cuestiones esenciales y realidades eternas, las palabras son insuficientes, y muchas veces alejan del mutuo entendimiento en lugar de acercar a los hombres.

La Verdad eterna no se puede expresar porque no puede ser descubierta a través de un aprendizaje desde el exterior, sino que tiene que ser descubierta desde la experiencia interior del ser. Entonces las palabras sólo pueden servir para sugerir, para preparar ese interior y predisponerlo al hallazgo, pero no pueden mostrar ninguna Verdad por sí mismas. Aquí radica la gran confusión, la diversidad de religiones que se oponen entre sí. Las palabras que instruyen desde el exterior no pueden, por ellas mismas, mostrar “verdades eternas” porque no pueden alcanzar al ser hasta lo profundo de su interior.

La Palabra de Dios escrita o pronunciada es esa lanza que atraviesa la dura coraza del intelecto y llega hasta ese interior del ser, rompiendo esquemas y ablandando el corazón. Pero la Palabra de Dios escrita o pronunciada no puede mostrar a Dios mismo. Ni siquiera puede ser otra cosa que una imagen de la verdadera Palabra de Dios, que es la que se pronuncia a sí misma desde el interior del ser, y que no está escrita en ninguna parte ni tiene ningún sentido sentarse a escribirla.

Lo primero que Dios le dice a un hombre que de verdad se ha propuesto escucharle él mismo, y no a través de libros ni predicaciones, es que renuncie a toda alteración del ánimo. El hombre es un conducto entre el Cielo y la tierra. Cuando el ánimo se altera eso significa que el conducto se ha obstruido, y que el Agua de la Vida ha encontrado un obstáculo, no puede fluir en libertad y se estanca hinchando el ser; esto produce alteración del ánimo. Pero el agua almacenada se corrompe.
Cuando el Agua fluye en libertad a través del hombre, el ánimo está sereno.

Por eso el sabio no tiene favoritismos ni se regocija en el brillo de las cosas, sino en la verdadera Luz que las ilumina.
Todas las cosas del universo tienden a cerrarse en círculos que buscan la plenitud excluyendo todo lo demás. Esta es la gran limitación universal, la que permite una plenitud pasajera e impide el verdadero hallazgo eterno. Por eso, para la sublime Nobleza el universo no está fraccionado.

texto: capítulo 19

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