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capítulo 74 (comentario)

texto: capítulo 74

Las guerras comienzan en el corazón de cada ser humano y, cuando han alcanzado la completa ofuscación, se materializan en el exterior mediante la violencia de las armas. No existe ninguna circunstancia material que pueda suscitar una guerra entre gente noble. Por eso, los gobernantes codiciosos alimentan el odio en el corazón del pueblo para poder justificar y uso de las armas, y envían a la muerte a seres inocentes con el sólo objeto de lograr más poder arrebatándole a otro pueblo su legítima riqueza.

En el mejor de los casos, los acuerdos entre los gobernantes de las naciones encaminados a reducir o eliminar armamento son sólo paliativos, y no destruyen de raíz la violencia del ser humano. Cuando la guerra interior, del corazón, no encuentra una salida en la violencia física, entonces se traduce en la segregación, el racismo y la xenofobia. Muchas veces la destrucción psicológica de unos hombres para con otros llega a ser incluso más cruel que la pérdida de la vida en un campo de batalla. 

Los gobernantes codiciosos, que siembran odio, destrucción y muerte, creen que dirigen el decurso de la historia, pero ellos no dirigen nada, son meros esclavos del gran Tirano. Cuando el orden social de los pueblos no se corresponde con la realidad espiritual que representa, se deshace dejando paso a un nuevo orden estable. Los verdaderos dirigentes de la humanidad son los que la llevan por el Camino del Amor, porque ésos gobiernan desde el Espíritu, contra el que el mundo no tiene armas para luchar.

texto: capítulo 74

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