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capítulo 81 (comentario)

texto: capítulo 81

La no-acción no es la inerte e indiferente contemplación de lo que acontece, sino que es la ausencia de premeditación en la sublimación de los afanes personales. El ser humano, con sus ambiciones, interfiere en el orden en el que se halla, tuerce y deforma el decurso natural de las cosas, y consigue efectos que pueden ser vistosos pero siempre efímeros. Porque lo único que permanece es aquello que se deja conducir por el Orden superior en el que se encuentra, que es el que puede dar sentido y satisfacción a todas sus carencias.

El mayor impedimento para lograr la Paz es la pretensión de conseguirla forzadamente. El único obstáculo para la realización de los anhelos lícitos de un hombre es la acción premeditada, que radica en la ignorancia, en la ausencia de conciencia de que ningún anhelo noble es exclusivamente personal, sino que es expresión de un anhelo superior, y que obedece a un Orden que tiene todos los recursos naturales para satisfacerlo. El que sublima sus deseos no los frustra, sino que los deposita donde van a ser satisfechos.

La Simplicidad original no es el resultado de un proceso evolutivo, sino de un retorno, no es avance, sino retroceso. La Simplicidad original no puede ser concebida, sólo experimentada, por eso Lao Zi la llama “Simplicidad sin nombre”. Esta Simplicidad está en la sutil línea divisoria entre la Nada y el Todo. En la simplicidad original ninguna cosa es imposible, porque todas están absolutamente cerca. La Paz es plenitud, no es resignación. En la simplicidad original todos los anhelos encuentran respuesta.

El Camino es el Cristo, y la perfecta encarnación del Cristo es Jesucristo. Él dio el sublime Testimonio, Él permaneció en la simplicidad original. Encarnar al Cristo no es cosa de dioses ni semidioses, sino que es el horizonte que todo ser humano está llamado a alcanzar. El que se llena del Espíritu de la Verdad, ése encarna al Cristo, y, el que le encarna, no muere para siempre. Todo ser humano, sea de la condición que sea, cualquiera que sean las circunstancias en las que se encuentre, puede encarnar al Cristo.

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