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Un estado, como cualquier institución, es un Orden muerto:
necesita de un espíritu dentro de sí para expresar vida;
lo mismo que el valle florece al recoger el agua de los ríos.
En los sexos, lo femenino atrae a lo masculino y lo domina;
lo débil, en su quietud, supera a lo fuerte en su ímpetu.
Es la fuerza de la humildad y la mansedumbre en el sosiego.
Si una institución fuerte se alza contra una pequeña, la aleja,
pero si se humilla, la gana para sí y la adhiere como propia.
Una institución pequeña se anexa a una grande humillándose.
En la humildad, lo grande y lo pequeño se funden en la unidad,
y todo es beneficio: Lo grande crece, lo pequeño se enriquece.
Un gran estado es Orden muerto si no integra y alimenta a otro,
uno pequeño se inutiliza si no se hace útil a un gran estado.
En la unidad alcanzan la plenitud lo grande y lo pequeño,
pero es necesario que el gran estado se humille en la quietud.
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