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La Palabra que expresa la Verdad nunca es halagüeña;
las palabras halagüeñas nunca dicen la Verdad.
En la persuasión con argumentos siempre hay dobleces;
la pureza nunca intenta persuadir inculcando ideas.
La sabiduría no necesita adornarse con la erudición,
ni en la erudición podrá jamás encontrarse la sabiduría.
El sabio no acumula bienes para su propio provecho
sino que todo lo entrega para el bien de los demás,
y tanto más entrega, tantos más bienes le son dados.
El sabio no perjudica a nadie, porque nada excluye,
no juzga a nadie, por eso a todos intenta beneficiar.
En su lucha, el sabio sólo esgrime las armas de la Paz.
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