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Intentar dominar y conducir el mundo
es una pretensión abocada al fracaso.
El mundo no se rige por sí mismo
sino que obedece a fuerzas espirituales,
fuerzas superiores, invisibles e inasibles,
que el ser humano no puede manipular.
Quien intenta alterar el orden natural
sólo consigue artificialidad corrompida.
Quien intenta consolidar situaciones
las hace aún más inestables y efímeras.
Todo tiene un tiempo para el avance
y también un tiempo para el retorno,
un tiempo para respirar pausadamente
y otro para jadear con agitación.
Todo tiene un tiempo para fortalecerse
y también un tiempo para debilitarse,
un tiempo para asomarse a la cúspide
y otro para permanecer en el valle.
El sabio se aleja de la magnificencia
y siempre ve la pequeñez de lo grande.
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