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PALABRA

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  racimo  
  Si los seres humanos permitieran crecer las cosas conforme a la naturaleza de cada una, ningún proyecto se malograría. Pero tienen prisa, violentan las situaciones, quieren obtener frutos lo antes posible, y lo único que consiguen es frustrar el proceso natural.
Si los hombres permitieran morir lo que ya ha culminado, de cada muerte surgiría una nueva vida. Pero su capacidad de conocimiento está limitada a la manifestación exterior, sólo valoran lo ostensible: Confunden la muerte, que es un retorno, con la aniquilación.

Si cada hombre estuviera situado exactamente en el lugar que le corresponde según su razón de ser, entonces ya no existirían ni sabios ni necios, porque cada uno encontraría la plenitud de la sabiduría que necesita justamente en el lugar en el que se encuentra.
Pero los seres humanos no estudian la naturaleza para obedecerla y adecuarse a ella, sino para violentarla y para obtener frutos de manera más rápida y más copiosa de lo conveniente. Rompen la raíz y el follaje cae, obstruyen el Manantial y los ríos se secan.

Si cada hombre estuviera situado exactamente en el lugar que le corresponde, toda la humanidad junta avanzaría en una misma dirección, pero cuando determinados lugares han sido usurpados por personas no adecuadas, entonces aparece el estancamiento.
Por eso surgen brotes de Luz y se habla del vertedero donde ha de ser incinerada la basura que impide que aquellos que se ajustan a la Verdad puedan desarrollarse de manera natural hasta llegar a culminar sus proyectos lícitos. Humanos y trascendentes.

Un avance en una dirección no adecuada, la naturaleza no lo juzga según el número de personas que lo emprendan. Los que se encandilan con las cosas grandes y aparatosas piensan que una gran multitud puede retar a la propia naturaleza y resultar victoriosa.
Por eso se esmeran en agrupar a las personas para hacer más presión, y luchan contra la naturaleza, que es justamente lo único que les puede conducir al éxito de sus empresas. Hacen cómplice de sus ambiciones a un dios creador, y le invitan a contradecir su obra. 

Si los que sienten inquietud por lo espiritual y los que sienten inquietud por lo material estuviera cada uno en su lugar, no habría hombres mejores ni más sabios que otros, sino que todos se enriquecerían, y ya no se hablaría de un vertedero para la basura humana.
Pero vemos dirigiendo los caminos espirituales de la humanidad a hombres sin ninguna conciencia del verdadero sentido del Espíritu, y en cambio otros, llenos de riqueza espiritual, relegados porque su contribución contradice los criterios de los dirigentes.

La agrupación masiva de individuos vinculados mediante los lazos afectivos que surgen en todos los grupos humanos, eso no conduce a ninguna verdad, ni es signo de fuerza, ni es ningún augurio de victoria. La Verdad, que no la unión, hace la fuerza espiritual.
Los hombres no encuentran una trascendencia espiritual en racimo. Ésta es la falacia que permite a los dirigentes manipular un gran número de personas: Hacerles creer que juntos están seguros. Así se relajan, pierden la tensión espiritual, y se dejan manipular.

Dos dormirán en una misma cama, y uno será tomado y el otro dejado. Dos trabajarán en una misma empresa, uno será tomado y el otro dejado. Dos pertenecerán a un mismo grupo, compartirán la misma ideología, y sin embargo uno será tomado y el otro dejado.
Porque el criterio no es el tamaño del racimo de hombres que se han unido, sino la realidad espiritual de cada uno, como individuo, independientemente de la ideología, de las creencias, de la iglesia, o del carisma del grupo en el que él haya sido integrado.

Los racimos llevan a hombres sin inquietud espiritual a integrase en grupos donde no tienen sitio. Luego éstos, que han creído entender el mensaje, lo impregnan de recursos racionales y pretenden, a partir de una semilla invisible, construir un imperio ostensible.
Si los que sienten inquietud por lo espiritual y los que sienten inquietud por lo material estuviera cada uno en su lugar, los hombres se agruparían espontáneamente, y no haría falta la presencia ni de jefes ni de dogmas, porque todos actuarían en un mismo Espíritu.
 
 

12/01/08

 

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