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PALABRA

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el Cristo

 
  el Rey  
  En la búsqueda de la propia identidad, los hombres primero se miran interiormente a sí mismos, y luego exteriormente en los demás para así poder reconocerse. Se dejan guiar por sus impulsos en la medida en la que, exteriormente, esto no les ocasione graves conflictos de integración social. Así construyen una identidad y buscan un lugar en la sociedad donde poder desarrollarse, en una lucha constante por conjugar la realidad que brota desde su interior, y el entorno social que les fuerza a ser lo que realmente no son.

Aquellos que sólo son capaces de concebir la realidad incuestionable como un hecho externo, ostensible, palpable, ésos viven esclavos del afecto y del rechazo. No se dejan conducir por la verdad de su luz interior sino que se esmeran en pulir el disfraz de su comportamiento exterior para con los demás. Necesitan sentirse aceptados, por eso se convierten en enemigos de sí mismos cuando se sienten juzgados por los demás en sus actitudes espontáneas. Ellos mismos se transforman en implacables jueces de hombres.

El que no valora la luz que alumbra en su interior, ése vivirá siempre esclavizado por la opinión de los demás, y se acomoda a ello e intenta sacar todas las ventajas posibles de la situación social en la que haya sido ubicado. Pero los hombres cuya luz interior es demasiado fuerte como para poder velarla, ésos no pueden vivir con la identidad postiza que la sociedad les haya asignado. La verdadera espiritualidad responde a la necesidad humana de encontrar la propia identidad en el interior, fuera de toda valoración social.

El Cristo es la única Fuerza espiritual que emana de lo profundo del Origen. Es la única Fuerza que le da pleno sentido a todo el universo, la única Fuerza que puede llevar al ser humano a la verdadera Libertad por su sincronía y su sintonía con el impulso profundo de todo el universo. Jesús de Nazaret descubrió su propia identidad interior en el Cristo; de esta manera, una Fuerza espiritual que hasta entonces podía operar de muchas formas según cada persona y sus circunstancias, tomó el nombre de Jesús: El Rey, Jesucristo.
 
 

07/01/08

 

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