EL ACANTILADO Y LA CRUZ

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Lo que alcanza la plenitud en lo cercano, está despreciando lo lejano.
Jamás alcanzará el horizonte el hombre que se instala en la ladera de la montaña.
El celibato concebido como un sacrificio que sirve para complacer a un Dios que disfruta al ver la frustración humana, eso es una aberración.
El celibato que brota del corazón, sin otro esfuerzo ni sacrificio que mirar siempre al lejano horizonte, sin adormilarse en la ladera de la montaña, ese celibato no será nunca ni un voto vitalicio, ni un imperativo institucional. Es el celibato que brota del Amor: El celibato que es cuando tiene que ser, y que no excluye el matrimonio cristiano en el que hombre y mujer llegan a formar una sola carne.
Matrimonio y celibato, juntos y conjugados, ahora en la abstinencia gozosa, luego en la unión carnal símbolo de la unión entre Cielo y Tierra, es indiscutiblemente una expresión sublime de Amor.