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“El que tenga oídos para oír, que oiga.”
Todas las cosas grandes se gestan en el silencio. No es el silencio de
lo que se esconde para mostrarse como no es, sino el silencio de aquello
que se desarrolla en la sencillez, sin pretensiones, sin llamar la
atención.
Dios está en todas partes, visible a los ojos de todo el que sabe
mirar. Sus Palabras resuenan continuamente en cada cosa del universo, no
es necesario consultar libros sagrados para poder escucharle.
Sin embargo muy pocos le ven, muy pocos le escuchan. Él no se esconde,
el ser humano es el que le ha escondido. Por eso, el que le ve y le
escucha vive en el continuo secreto. No porque desee ocultar nada, sino
por todo lo contrario, porque muestra simple y llanamente lo que nadie
es capaz de ver.
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