KYRIE ELEISON

     

   

el castillo y el viento

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De Dios es el universo entero, pero se le encierra en templos de piedra. Sin embargo estos templos no son tan falsos como aquellos otros construidos con piedra del corazón.

Cuando en mi interior yo ya me he creído capaz de reconocer todo lo que es de Dios, y he dejado a un lado lo que no lo es, entonces, desde aquello que excluí, Él me llama.
Me saca de mi templo interior para recorrer un camino nuevo, siempre nuevo.

Lo que a mí me parecía despreciable, ahora cobra valor, y así caigo en la cuenta de que nada de lo que existe merece ser excluido, como no sea el hecho mismo de la exclusión.
Caminar por todos los senderos de la vida de la mano de Dios: Lo que está a la luz, no necesita lámparas. Lo que está oscuro: ése es mi destino.

Rincones oscuros de mi interior que no merecen ser despreciados, reclaman mi presencia y mi interés, porque no hay nada de mi ser que merezca ser privado del Amor que Dios me regala.

Solidaridad con el género humano: No es posible si primero no existe solidaridad dentro de mi propio ser.
Las facetas de mi ‘ser humano’ que excluyo en mi interior inevitablemente se manifestarán como juicios condenatorios hacia el exterior. Y ahí no puede hablarse de verdadera solidaridad.

La ley que me impida recorrer todo mi ser de la mano de Dios, no es ley divina, y está basada en el Temor.
La inquietud que me impulse a iluminar todos y cada uno de los rincones de mi ‘ser humano’, ésa viene de Dios, y está fundamentada en el Amor.

Desde el Temor hasta Amor, desde el castillo en el que no se puede entrar a voluntad, hasta viento que no conoce barreras y que a todo se acomoda sin dejar de ser él mismo.