KYRIE ELEISON

     

   

el castillo y el viento

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No tenemos más remedio que obedecer al silencio cuando las palabras ya dijeron todo lo que tenían que decir.

Tres veces cantó el gallo hasta que Pedro se dio cuenta de su traición. Tres veces se dicen las cosas: Una para llamar la atención, otra para despertar la inquietud, y la tercera para ponerse en camino.
No vamos a cambiar el mundo, vamos a señalar el camino hacia ese lugar seguro para aquellos que no pertenecen al mundo. Siempre en la esperanza de que cada vez sean más y más los que no se sientan cómodos en la comodidad y se aventuren a buscar su Patria lejos de la mentira.

El tirano tiene fuerza, no vamos a ir a derribarlo. No vale la pena. Vamos a llamar a sus súbditos, uno a uno.
El que se esconde está provocando que se le busque, y no hay guarida terrenal que el tirano no pueda encontrar.
Nosotros hemos encontrado un lugar seguro a la Luz. Nadie tiene que molestarse en buscarnos, porque ya estamos aquí. El tirano nos da órdenes, pero nosotros no obedecemos.

El tirano simplemente levanta una mano y su castillo ya luce como el oro. El tirano es muy poderoso.
Llama a uno de los nuestros y le dice: “tú serás mi ministro, recibirás honores en toda la tierra.” Pero él no le responde. Sale del castillo de oro y se sienta entre los insignificantes. No permite que se le rindan honores.
Una vida desperdiciada en recoger desperdicios: Nuestra Patria está formada de desperdicios. Los sirvientes del tirano se ríen de nosotros, pero a él se le ve muy preocupado.

Dentro del mundo hay muchos castillos: Aparentes tronos de poder y verdaderas cárceles de sumisión. Cada castillo está sólidamente ubicado.
Fuera del mundo no hay muchos lugares, sólo hay uno. El tirano ha intentado conquistarlo, pero no puede, porque siempre se escapa, como el viento.
Sin sometimiento no puede haber tiranía, sin tiranía no hay tirano. El tirano necesita ejercer para poder existir.
Nuestro Rey no necesita de nosotros para existir. Ésa es la diferencia. Por eso puede amar sin límites.

No tenemos más remedio que obedecer al silencio cuando las palabras ya dijeron todo lo que tenían que decir.