KYRIE ELEISON

     

lo absoluto y lo relativo

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Justicia y Dignidad


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  Podemos construir mediante leyes y decretos una sociedad llena de centros de acogida para marginados, ancianos, enfermos, drogadictos..., una sociedad donde la sanidad sea asequible a todos, donde la ayuda a los países del tercer mundo sea muy alta.
Mediante leyes, tal vez podríamos construir una sociedad así, pero si los corazones de los hombres están podridos, toda esa blancura externa no sería sino un manto muy útil para encubrir abusos y aberraciones mayores que si las injusticias estuvieran a la vista.
Si los corazones de los hombres estuvieran de verdad limpios, no harían falta leyes que obligaran a hacer aquello que brota espontáneamente del Amor.

Sanar la sociedad no es tanto una lucha por modificar sus leyes injustas como sanar los corazones de los hombres que la integran. Lo demás, viene por sí mismo.
La lucha por la dignidad personal del ser humano como hijo de Dios en la moral y en el recogimiento espiritual interior, y la lucha por la justicia social, son dos cosas que se implican, las dos luchas deben ir juntas. Pero las leyes injustas jamás podrían impedir la solidaridad entre conciudadanos cuando los corazones están limpios: cuando el hombre ha alcanzado su dignidad interior. Sin embargo, las leyes, por muy justas que sean, no pueden impedir la corrupción aunque llenemos las calles de policías, pues, ¿quién vigila al vigilante del vigilante?

La sociedad está enferma, y un síntoma de su enfermedad es el alto índice de drogadicción. Cuando no existen valores, ¿cómo llenar de sentido una vida?, ¿cómo impedir que la gente intente evadirse?
Centros de acogida para drogadictos. Son absolutamente necesarios, pero encierran una contradicción muy importante que se manifiesta claramente en el fracaso de muchos de los casos de los drogadictos en tratamiento: Intentamos integrar a un hombre en la sociedad que ha sido precisamente la causante de su enfermedad. Curamos su enfermedad para introducirlo justo allí donde la contrajo.

Hay sociedades donde la miseria es tan grande, que es inevitable poner el acento del mensaje cristiano en la lucha social, pues no tiene ningún sentido llenar el espíritu de la Palabra de Dios si primero no llenamos sus estómagos.
Pero no se ha de caer en el engaño de que el Reino de los Cielos es un paraíso de justicia terrenal.
El Reino de los Cielos está en lo profundo del corazón de cada hombre y, desde allí, se ha de luchar por la justicia social, pero sin perder nunca el Norte: Es infinitamente mejor una sociedad mal construida pero llena de hombres de buena fe, que una sociedad bien construida donde su blancura exterior no sirva sino para encubrir la podredumbre y el vacío espiritual.


Howndev
 
     

05/06/2005