KYRIE ELEISON

     

lo absoluto y lo relativo

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cosas nuevas y cosas viejas


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  Una línea deja de tener dirección si observamos cada uno de sus puntos independientemente. En cambio cada punto de la línea es indispensable desde el momento en el que lo observamos en el conjunto del trazo.
Los evangelios (como la Biblia en general) no son una yuxtaposición de verdades, sino que dibujan un trazo que señala una dirección. Y la Verdad está en dirección señalada y, sólo en esta dirección, cada uno de sus puntos adquiere verdadero significado trascendente.

El ser humano siente una fascinación muy grande por la idea del juicio exculpatorio o condenatorio.
En primer lugar, la idea de conocer esas leyes que puedan exculparle de todo delito es una idea muy gratificante y liberadora.
En segundo lugar, la posibilidad de someter al prójimo mediante esas misma leyes por las que él se siente exculpado, es algo fascinante pues le permite sentirse superior al resto de la humanidad. Esto es reflejo del ansia de poder que es un deseo intrínseco de todo ser humano.

Sin embargo todo esto está muy lejos del verdadero mensaje cristiano.
La imagen del ave Fénix que vuela muy por encima de la vulgaridad del mundo no se corresponde exactamente la imagen del Cristo que baja hasta lo más corrompido del mundo, que se relaciona con prostitutas y pecadores, y que se deja humillar y matar por Amor. Cristo no vino a hacer alarde de su superioridad, sino a traer un mensaje de salvación precisamente para aquellos que el ave Fénix desprecia en su vuelo orgulloso y despegado, seguro de su inmortalidad.

Ideas de juicio, salvación y condena, están en todos los evangelios, y son principios muy importantes que no se pueden someterse a relativismos. Sin embargo estas ideas, sacadas del trazo del conjunto evangélico, pueden también llevarnos a ideas falsas: La de un Dios que no es Padre ni es Amor, sino que es sólo juez y además sumamente cruel, pues condena para siempre a sus supuestos hijos sólo por no respetar unas leyes (las comprendan o nos las comprendan) impuestas a la fuerza.
No es éste el mensaje de Cristo. Aquí no existe ninguna buena Noticia, al contrario, pésimas noticias para todos los seres humanos.

Por eso, recordar oportunamente que existen unos principios absolutos, impresos en la conciencia del ser humano, que no pueden ser violados a capricho, esto es muy importante, pero hacer hincapié de manera insistente en la imagen de “los justos contra los pecadores”, en los “buenos que se salvan y los malos que se condenan”, esto es sacar el mensaje evangélico del trazo de su conjunto y construir una doctrina encaminada solamente a jerarquizar a los hombres, a conferirles a unos superioridad y poder sobre los otros, y, en definitiva, a alejar al pueblo de Dios, tal y como hemos podido comprobar en todo el siglo XX: La nefasta influencia del moralismo, de la utilización del miedo para imponer normas sociales de conducta, ha vaciado las iglesias, ha creado una crisis de fe colectiva y ha llevado a la iglesia católica a una situación crítica.

Cristo nos da capacidad de discernimiento para que cada uno, en su conciencia, se examine a sí mismo, y aquí la idea de la condenación es una señal de alerta que puede salvar al hombre que no se la toma a broma.
Pero al mismo tiempo se nos dice: “No juzguéis si no queréis ser juzgados, no condenéis si no queréis ser condenados.”
Justos y pecadores, buenos y malos. Esto es exclusivamente asunto de Dios. El cristiano debe limitarse al examen de sí mismo y dejar a Dios el juicio de los demás. Y esto, desgraciadamente, no se hace, sino que continuamente aparece encarnado en muchos supuestos cristianos “el acusador de nuestros hermanos, el que los acusa ante nuestro Dios día y noche”.



Howndev
 
     

28/07/2005