KYRIE ELEISON

     

ESPÍRITU

   

 

      E

libro 1 - capítulo 06


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  Mira el hombre a su alrededor y observa la multiplicidad de las cosas que se mueven en el espacio a través del tiempo. Y se ve a sí mismo como una cosa más añadida a lo que ya existe. Pero se engaña, porque ese espacio tiempo no está fuera de él, sino que es él mismo, y él mismo lo ha generado para reencontrar la unidad de su propio ser. En el espacio tiempo y todas las cosas que contiene, sólo existe una sola conciencia del “yo”: la de aquél que las percibe. Es pues, en ese instante cósmico concreto, el poseedor del “yo” lo único que existe, y los demás seres que se manifiestan ajenos a él son parte de sí. Su cuerpo no está delimitado por su piel, sino que abarca toda cosa que pueda percibir, y lo que parece ser otro “yo”, no es sino su propio “yo” profundo en otro instante cósmico, y proyectado a su espacio cognoscitivo con el fin de hacer posible su propia unidad, que es lo que le puede acercar a Dios.
¿Qué hombre puede decirle a otro: Yo percibo tu “yo” tanto como mi propio “yo”? O, si todos los hombres fueran distintos y existieran simultáneamente, cada uno con su propio “yo”, ¿qué motivo podría haber para que “él” no sea “yo” y “yo” no sea “el”?