KYRIE ELEISON

     

ESPÍRITU

   

 

      E

libro 1 - capítulo 09


anterior - índice - siguiente

             
  Me descubro a mí mismo sorprendido y confuso por las cosas que escribo. Es un mundo de conocimientos demasiado extenso y sutil como para poder introducirlo en mi mente. Entonces intento acercarlo a mi propia limitación creando con mi inteligencia teorías e hipótesis que me permitan abarcarlo y sentir la sensación de seguridad de que la Verdad es domesticable e, incluso, de que puedo sonreír secretamente por haber conseguido, con mi propio esfuerzo, entender lo que muchos hombres ignoran: Entonces el Espíritu calla y me abandona en mi arrogante empeño, en mi engañosa seguridad, en mi infantil poderío.
El Espíritu sólo habla al hombre que guarda riguroso silencio, al hombre humilde que nada discute por incomprensible que pudiera parecerle, al hombre cándido que, como un niño, escucha abandonándose a quien le instruye sin plantearse ni por un momento la posibilidad de un engaño.
Y cuando algo me confunde, sólo me resta preguntar y esperar. El Espíritu contesta todas las preguntas, pero nunca en el orden en el que se formulan ni con la rapidez que correspondería a la aparente urgencia de cada una. Y cada respuesta abre un nuevo misterio: Aquello absolutamente coherente para el hombre no es verdadero conocimiento, sino simple anécdota. No existe ninguna Verdad superior que no lleve implícita alguna paradoja, y por eso vive y alimenta sin agotarse.

Tampoco es posible traducir al lenguaje de los hombres lo que el Espíritu revela: sólo se puede sugerir con explicaciones que, no siendo estrictamente verdaderas, pueden despertar en quien esté dispuesto a escuchar el concepto indefinible de lo que se quiere expresar. Tal es el caso de lo que puede leerse a continuación: