KYRIE ELEISON

     

ESPÍRITU

   

 

      E

libro 1 - capítulo 10


anterior - índice - siguiente

             
  El ente más elemental que podamos concebir, al no ser Dios, no puede subsistir solo, y se busca dentro de Dios. En esta carencia, en esta insatisfacción, Dios abre el tiempo para, en su desplazamiento, traerla consigo a su lugar. Y este tiempo es el tiempo de “ese ente” en concreto, y se abre sólo para él.
Y al desplazarse por el tiempo, deja tras de sí la estela de sí mismo en su pasado. Pero ese ente no puede alcanzar a Dios si no está completo, si no arrastra consigo todo este pasado. Y se vuelve al encuentro de su estela generando un espacio, que es su memoria, donde puede moverse y relacionarse consigo mismo.
El espacio se va generando a medida que el tiempo transcurre, pero este espacio debe contener también la memoria de sí mismo. Y la memoria de la memoria de sí mismo... Esto nos llevaría a una multiplicación infinita y casi instantánea de este “espacio-memoria”, pero realmente no ocurre así. Y he aquí la paradoja: El tiempo no transcurre del pasado hacia el futuro, sino a la inversa, porque la función del tiempo no es dividir aun más este ente, sino aunarlo. Por eso, en esta regresión del tiempo, el ente puede reabsorberse a sí mismo, resolver su multiplicidad, a la par que busca su lugar en la absoluta unidad, que es Dios.
Y ambas cosas, la búsqueda de Dios y la regresión en el tiempo, son una sola cosa: “Porque todo lo creado tiende a invertir la creación misma, a volver sobre sus pasos para reencontrarse con su Creador.”