KYRIE ELEISON

     

ESPÍRITU

   

 

      E

libro 1 - capítulo 25


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  Debajo está la percepción de las cosas, a la altura del hombre están los conceptos, en lo alto los símbolos.
Desde la antigüedad los sabios explicaban las verdades que descubrían mediante símbolos. No hablaban de las cosas refiriéndose a las cosas mismas mediante los conceptos, sino que las proyectaban a una esfera superior donde no fueran asibles. Buscaban leyes universales: de esta manera su enseñanza era mucho más amplia. Una ley que se aplica a un caso concreto es sólo útil en su ámbito limitado, pero no es verdadera sabiduría hasta que no se obtiene de ella una enseñanza universal.
Sólo enriquece al hombre la sabiduría de lo que está por encima de él, porque le hace sentirse pequeño, y lo pequeño es más ligero, y lo ligero se eleva con mayor facilidad. 
Lo único que separa las cosas del caos es la Luz. Si el hombre intenta descifrar los órdenes inferiores dándole la espalda a la Luz, se tropieza con el caos: Los conceptos densos, complejos y múltiples son un lastre que envuelven y atrapan al hombre impidiéndole separarse de las cosas mismas para poder observarlas con objetividad.
Mientras que el concepto permanece en la mente, el símbolo puede llegar hasta el espíritu, es una intuición sin contorno definido.
La Verdad es inasible, pero podemos inteligir un orden que se asemeje a los órdenes elevados que están más cerca de Dios. Y los elementos de ese orden deberán ser símbolos, que no conceptos.

La “palabra” es el símbolo del “ser”. En la palabra hay orden, que le da entidad; hay movimiento, pues es articulación y expresión; hay sensación, porque la palabra impregna una cosa de la esencia de otra: