KYRIE ELEISON

     

ESPÍRITU

   

 

      E

libro 1 - capítulo 30


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  ¡Ay del hombre que no sea capaz de reconocerse a sí mismo en todos y cada uno de los seres humanos!
¡Ay del hombre que ansíe la altura mirando solamente lo que pisa, y que busque su superioridad comparándose con lo inferior!
¡Ay del hombre que colme su insatisfacción existencial en lo inferior! La insatisfacción es un desorden, y el orden cósmico llena todo lo hueco y resuelve toda ansia justa. Mas si la insatisfacción es colmada en lo inferior, ¿que hueco quedará para lo superior?
El cosmos lleva cada cosa a su sitio, y el que se alimenta y crece de las cosas inferiores, a ellas pertenece. El que permite que en su corazón anide solamente el “no ser” del Temor al caos, es del caos, y el caos lo reclamará algún día como suyo.
Pero el que se alimenta de las cosas superiores, el que vive en el “ser” positivo del Amor, pertenece a la Luz, y la Luz no querrá ni podrá prescindir de él, porque él mismo formará parte del orden luminoso.
Los órdenes cambian, renacen y se extinguen, pero el “yo” no puede extinguirse, porque es uno, y, aunque toma conciencia de sí mismo en el espacio tiempo, está fuera de él.

Y al final de los tiempos, en el día en el que todos los órdenes queden extinguidos, todos los ciclos cerrados y el tiempo haya retrocedido hasta el principio de los tiempos, entonces Dios recuperará su Luz y reabsorberá en su Ser el universo, pero sólo tomará de él lo que le pertenezca.
En Dios todo tiene cabida, excepto “otro Dios”, esto es: el hombre que haya hecho uso de la Luz de Dios para erigirse a sí mismo techo de la creación. Porque si el hombre se pone a sí mismo como techo, todas las cosas que a él pertenecen, en él culminan, entonces ¿que esperanza de elevación le queda?

No hubiese querido escribir estas cosas ahora. Hubiese preferido más bien haberlas dejado como conclusión inequívoca de otras ideas previas. Pero no soy yo el que decide la secuencia en la que las ideas deben sucederse en este libro, sino el Espíritu que me habla.