KYRIE ELEISON

     

ESPÍRITU

   

 

      E

libro 2 - capítulo 03


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  Observo mi humildad, compruebo la sabiduría que en mí se abre y me jacto de ello. Y siendo uno, soy tres: El humilde, el sabio y el jactancioso. Entonces ya no soy ninguna de las tres cosas, y se manifiesta mi “no ser”. Busco nuevamente la unidad eludiendo la observación de mí mismo. Esta unidad es a la vez anterior y posterior, pues recuperándola retorno al pasado de mi “yo” atemporal.
Esta reflexión describe el ciclo del espacio tiempo de todas las cosas.

El uno se divide en tres: observador, observado y referencia. Esto es el espacio que todo ente abre por el hecho de existir. Y es un espacio bidimensional ya que sólo existen tres manifestaciones del “ser”, de la misma manera que tres puntos geométricos determinan un plano bidimensional.
Llevamos esta idea al espacio cósmico donde todos las cosas se relacionan: La observación estática sólo precisa de un “yo” y un “tú”, que determinarían una primera dimensión, y un “ello” que abre la bidimensión y que, por complejo y amplio que sea, sólo será uno ya que no es el objeto directo de la observación. Su existencia se limita al hecho de no ser ni “yo” ni “tú”. Lo estático, por lo tanto, excluye la tridimensión.
Las tres dimensiones que percibimos es la expansión del espacio en el tiempo, pues un espacio tridimensional sólo es concebible en el movimiento.
Es importante entender que un objeto con volumen no está ubicado en un espacio tridimensional y sujeto a su vez al tiempo, cuarta dimensión, sino que el volumen es la expansión temporal de lo absolutamente elemental que se expande, primero en la autoobservación (bidimensión estática), luego en el retorno a la unidad mediante el tiempo, que genera el espacio trimimensional dinámico.