KYRIE ELEISON

     

ESPÍRITU

   

 

      E

libro 2 - capítulo 06


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  Cuando el “ser sin nombre” se observa a sí mismo huyendo del caos y, por temor, se divide en Bradz, Glöv y Klew, pierde su unidad. Bradz, que no es “ser” en sí mismo sino sólo es parte del “ser sin nombre”, mira hacia abajo y observa el caos del que momentáneamente ha conseguido escapar, y mira hacia arriba y ve la Luz que jamás podrá alcanzar él solo, porque él sólo es junto con Glöv y Klew. Pero la reunión con ellos significaría la unidad, la inmovilidad y la vuelta al caos. Entonces un inmenso temor le invade y le ciega. Se niega a reconocer a Glöv y a Klew como parte de sí mismo, prefiere permanecer en el “no ser” de lo incompleto, antes que volver al “no ser” de la nada.
Y Dios se lo permite porque en Bradz hay luz divina.

En este acto de temor, Bradz se ha observado a sí mismo y, a la manera del “ser sin nombre”, vuelve a dividirse en tres. Glöv busca a Bradz, mas no se puede identificar con él, porque ya no es uno en sí mismo.
Desde la defragmentación del “ser sin nombre” hasta la defragmentación de Bradz ha pasado un instante en el tiempo. Glöv ya no busca a Bradz en su espacio bidimensional estático, sino en su expansión temporal: Esto es el espacio tiempo tridimensional.
El “ser sin nombre” símbolo de la unidad, Bradz, Glöv y Klew, y la defragmentación de Bradz en tres entes, suman siete. Y si el espacio bidimensional estático sólo contenía un ser defragmentado en tres entes, el espacio tridimensional dinámico contiene siete, que se relacionan en la anacronía de dos instantes distintos.
Y a partir de aquí, todos los seres del cosmos se multiplican sin aparente posibilidad de un reencuentro, sino abocados a la infinita defragmentación del “ser sin nombre”.