KYRIE ELEISON

     

ESPÍRITU

   

 

      E

libro 2 - capítulo 13


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  Un hombre sólo puede conocer las cosas en tanto que son, es decir, aquella faceta de las cosas que han alcanzado el orden. Mas el “no ser” que subyace y que es necesario para que se manifieste el “ser”, eso sólo lo puede descubrir en sí mismo. Porque en el acto de conocer, ese hombre es lo único que realmente existe en ese instante cósmico. Todo lo demás es el “ello” de su propio ser: el tercer ente de su defragmentación, que es la medida, la referencia de sí mismo identificada en toda su amplitud anacrónica y manifestada en el orden.
Por lo tanto, conocer las cosas en sí mismas es descubrirse uno a sí mismo en las cosas. Nada que yo pueda conocer existe realmente fuera de mí, sino que todo es parte de mí, pero yo lo desplazo al exterior en la conciencia de mi propio “yo”. Por eso una cosa puede influir en su exterior en la inconsciencia de su “yo”, que es cuando todo lo que le rodea pasa a formar parte de sí misma.
En esta inconsciencia, cada cosa del cosmos influye en las demás, incluso en las más lejanas, y así el cosmos alcanza su unidad y coherencia.

Rompiendo la barrera entre el “yo” del hombre y “ello” de lo que le rodea, ya no cabe el término “objetividad” para expresar el conocimiento de aquello que es independiente del hombre. En cualquier teoría sobre el cosmos hay una ruptura entre el cosmos mismo, y el que teoriza sobre él. El investigador, al apartarse por completo del objeto de su investigación, anula toda posibilidad de verdadero conocimiento; porque al separarlo de su “yo”, le quita realidad existencial al mundo exterior.