KYRIE ELEISON

     

ESPÍRITU

   

 

      E

libro 2 - capítulo 16


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  Los órdenes materiales intentan conservar su integridad y coherencia limitando el influjo de lo que les rodea. Afianzan su “yo” para desplazar al “ello”. Pero nada puede permanecer firme eternamente, porque nada, sino Dios, es verdaderamente completo en sí mismo.
Así también los hombres, tanto individualmente como reunidos en grupos, afianzan su integridad, aun a costa de destruir lo que no sea ellos mismos. Pero aquello que destruyen sí es ellos mismos, en otro tiempo cósmico. Y ese mismo tiempo devolverá la destrucción al destructor.
El cosmos ansía la coherencia y la unidad. Toda coherencia implica una limitación, una exclusión de lo que atente contra ella. Lo que no va en la dirección del cosmos, va en contra de ella, y termina por aniquilarse.
Dios no es el cosmos. El cosmos busca el orden, pero la relación entre el Cielo y la Tierra no es de Orden, sino de Amor.