KYRIE ELEISON

     

ESPÍRITU

   

 

      E

libro 2 - capítulo 22


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  Bradz es el símbolo de la sensación, es lo más íntimo del ser, es allí donde están el Amor y el Temor. Es lo que le arrebata el “yo” al ser defragmentado que lo generó y lo único que puede a su vez defragmentarse cediendo su propio “yo”. Viene representado por el “uno”.
Klew es el símbolo del orden. Es la referencia, la medida, aquello que no es ni observador ni observado, sino lo que los separa permitiendo la defragmentación. Por eso pueden identificarse todas las referencias anacrónicas del “ser sin nombre”, generando el espacio tiempo tridimensional. Klew determina la distancia, que representa la cercanía o lejanía de las cosas en el tiempo a partir de un único observador. Viene representado por el “tres”.
Glöv es el símbolo de la acción, y es el objeto de la observación. Representa el impulso, la tendencia, la intención, que es el “dos”.
Si cada ente sólo se observara a sí mismo, todo sería un éter difuso, sin orden. Es orden es pues la unidad resultante de la identificación de Glöv en un conjunto de entes. Éstos se reúnen y aúnan su impulso en la observación de un “yo” que es la proyección del “yo” múltiple y anácrónico en un único “yo”, que es el del orden y que se sitúa en un nivel superior.
Cada ente que conforma un orden se defragmenta en la observación de sí mismo cediendo su propio “yo” al ente inmediato posterior en el tiempo, se identifica en la ausencia de observación cediendo su “yo” al ente inmediato anterior, y permanece cuando dirige su observación al “yo” superior del orden.
Pero así como el “ser sin nombre” surgió del caos y se defragmentó huyendo de él, el “yo” del orden se genera a partir del nivel inferior de existencia, y para él, ése nivel es el caos puesto que representa su “no ser”. De esta manera vuelve iniciarse el mismo proceso de defragmentación en ese nivel superior, generando a su vez otro espacio tiempo independiente.