KYRIE ELEISON

     

ESPÍRITU

   

 

      E

libro 2 - capítulo 25


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  Dice el Señor: “No os resistáis al Mal”.
Así como el orden toma su “yo” de la observación identificada de todos los entes que la conforman, así también el Mal toma su poder de aquellos que le hacen frente, porque poniendo su corazón en contra de él, le dan entidad y fuerza. El Mal es inofensivo ante el hombre de paz recia, de alegría serena, que no se deja atormentar por sentimientos de culpa, sino que expone sus pecados a la Luz de la Verdad quedando así purificado. Pero si el hombre ve al Mal dentro de sí, y lucha por esconderlo, entonces con esta lucha lo fortalece.
Si empujo algo, es porque ese algo opone resistencia: Entonces existe. Pero si paso a través de él, ¿de dónde tomará su existencia? La pureza nos permite pasar a través del Mal, y aun de otras muchas más cosas que aun no podríamos ni llegar a sospechar.

Las iglesias se quejan de que el Mal ha robado la fe de sus fieles y los ha separado de la Verdad. Pero que no piensen que ese Mal sólo opera desde el exterior, sino que más bien revisen sus actitudes no sea que sus mismos ministros estén cooperando con él.
La ley es el orden, y el orden tiene su sitio porque no hay Verdad sin orden, pero no es el que salva al hombre. La Luz viene del Amor, y en el Amor el hombre siente la más sublime libertad, y por eso obedece a la Verdad de la ley, para ser libre.
Pero el hombre oprimido por la ley, primero se enfrenta al Mal y lucha contra él fortaleciéndolo. Luego abandona la ley en busca de la libertad. ¿Dónde estaba el Mal, en la ley o fuera de ella?

La ley limita al hombre al ámbito en el cual puede encontrar el Amor. Porque el que daña a su prójimo o vive para la fornicación difícilmente podrá tener su espíritu atento para escuchar la llamada de Dios. Pero llegó Jesucristo para cumplir la ley, resolverla y sublimarla en el Amor. ¿Cómo podría yo atraer a seres queridos a la paz en Jesucristo, cuando huyeron de Él por culpa de una ley falsa, exclusivamente basada en el miedo?:
¡Maldito sea el ministro de la Iglesia del Señor que, arrogándose la potestad de hablar en nombre de Dios, se atreva a atemorizar a un corazón cándido con leyes que le obliguen a enfrentarse al Mal, separándolo así del Amor! Sin embargo, y sin quitarle ni un ápice de crudeza a mi exclamación, lo maldeciré como ministro, pero no como hombre. Seguramente que él mismo aun no ha descubierto el poder del Amor en su corazón.
Sin Ley no hay Orden, sin Orden no hay Verdad. Pero por encima de todo esto está el Amor, que es la afirmación pura, y no el reverso de la negación.

En resumen, no he hablado de otra cosa que de Amor Temor, Orden e Intención: Aquél que se enfrenta al Mal, parte del orden vacuo poniendo su impulso o intención en el Temor.
Y porque hablo de estas cosas desde lo hondo de mi ser, puedo llevarlas al terreno de todos los órdenes, ya que ese cosmos que analizo no es ajeno a mí, y nada verdadero que yo pueda deducir de él se escapa a mi propia esencia.