KYRIE ELEISON

     

ESPÍRITU

   

 

      E

libro 3 - capítulo 02


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  Cada cosa tiende a ceder su “yo” al orden superior al que pertenezca, pero no a aquella otra cosa cuyo “yo” sea réplica del suyo propio. Por eso las cosas tienden a unirse unas con otras sin perder la integridad individual, ya que eso garantiza la elevación e impide la regresión. Si en la parte inferior ya estuviera la identificación, no podría generarse un “yo” superior que determine un paso más hacia la Unidad en Dios.
Por eso los órdenes tienden al desorden limitado, que, en cuanto orden mantengan su integridad, y en cuanto desorden busquen la unión con otros órdenes de su mismo nivel. Una cosa busca a otra según dos principios posibles:
O proyecta su impulso hacia ella, o llama al impulso de la otra. En el primer caso dispersa su orden por debajo de la coherencia, en el segundo lo cohesiona por encima de la coherencia. El tripso de cada orden tiende a la unidad compensando impulso y coherencia.
La cohesión atrae a la dispersión despertando su impulso. La dispersión se ve impulsada hacia la cohesión apagando su impulso.
La dispersión es el principio masculino del universo, y la cohesión el femenino. En el primero predomina la fuerza, el movimiento que busca reposo. En el segundo hay una llamada al impulso exterior para romper su redondez aprisionada.
Pero nada busca a quien no le busca. Lo que lo masculino busca sólo lo puede encontrar en lo femenino, y viceversa.