KYRIE ELEISON

     

ESPÍRITU

   

 

      E

libro 3 - capítulo 06


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  Gracias al aliento del Espíritu de Dios, las cosas cobran existencia en la sensación y en el impulso, y se unen entre sí creando órdenes a los que ceden su “yo” surgiendo así el “yo” del orden, que es más elevado. A su vez, en unión a otros órdenes de su propio nivel, seguirán el ascenso cósmico de la búsqueda la de unidad, de donde proceden, pero por encima de ellos mismos, cada vez más lejos del caos que queda a sus pies. Por eso, todo lo que siente y se impulsa tiene un espíritu, que es el Espíritu de Dios proyectado al orden de las cosas del cosmos.

El cosmos (concebido como “tierra” que se opone a Cielo) es puro Orden. El espíritu es puro Amor. El impulso es lo que media entre una cosa y la otra. Cada cosa del cosmos es capaz de distanciarse del cosmos mismo refugiándose en el espíritu: la sensación. En esa distancia se observa a sí misma como orden dentro del cosmos, y se reintegra en su orden cediendo su “yo” al orden superior, en tanto que está más lejos de caos.
La elevación contiene la paradoja de toda Verdad: Huyendo del caos se huye de la unidad, pues el origen de todo orden cósmico está en la unidad del “ser sin nombre”. Pero se huye de la unidad en el propósito de llegar a la unidad, es decir: a ese mismo “ser sin nombre”, pero libre del peligro de la nada del caos. En la elevación cada cosa pretende que su sensación se manifieste cada vez menos en el “no ser” del Temor, y cada vez más en el “ser” del Amor. Por eso cede su “yo” al orden más alejado del caos.

Y por eso, cuando los órdenes cósmicos llegan al reposo en el Temor, Bradz, la sensación, tiende a manifestarse en el “ser” del Amor. Esto es: cuando la materia llegó al punto de equilibrio de manera que la angustia ante el caos se serenó, los órdenes comenzaron a formarse en el sentido positivo de búsqueda de lo superior y no de huida de lo inferior. Y aparece la vida. Y se formaron órdenes vitales, y sobre éstos, órdenes de órdenes. Pero nada del cosmos, ni la vida misma, escapa por completo al caos, que siempre está presente en cada cosa, como un recuerdo que el “ser sin nombre” deja en todo lo que ha surgido a partir de él.