KYRIE ELEISON

     

ESPÍRITU

   

 

      E

libro 3 - capítulo 12


anterior - índice - siguiente

             
  Todo símbolo tiene un alcance. Sirve para encender una luz en la dirección de la Verdad, pero hay que saber, a la luz de esa misma Verdad, hasta dónde puede ser utilizado.
No podemos reducir a un número binario de dos cifras toda posibilidad de impulso dentro la creación divina. Esto, creo, ni siquiera era necesario haberlo aclarado. Sin embargo, si lo simple está más en contacto con la Verdad que lo complejo, es mejor limitarse a dos cifras que buscar mil.
No es verdad que existan dos posibles impulsos, positivo y negativo, en dos aspectos, espiritual y material. Pero sí es verdad que la disposición de nuestra mente al concebir las cosas según este simbolismo es resonante con la Verdad.
Lo que yo veo no lo puedo expresar. Ni siquiera me lo puedo expresar a mí mismo. La expresión lingüística pertenece exclusivamente al plano cósmico, aunque pueda ser sugerente en el plano espiritual. Por lo tanto, cuando hablo de cosas que están por encima de la lógica y de los conceptos etiquetados con palabras, me es necesario jugar con los símbolos. E importantísimo también conocer su alcance no fuera que, por el hecho de sugerir eficazmente una realidad, quisiéramos darles un valor o una capacidad que no poseen.
Sólo esto es lícito: Veo una verdad, creo unos símbolos y la explico. Lo que ya no es lícito es partir de los mismos símbolos para, combinándolos y utilizando la lógica, ampliar el margen de la verdad descrita. La Verdad siempre parte del interior, se manifiesta como una convicción sin sujeción lógica. El proceso inverso es construir una teoría a partir de unos axiomas. Esto puede ser útil dentro del orden cósmico, porque ahí todo lo que es coherente tiene entidad. Pero la entidad dentro del puro cosmos no es sino orden vacuo, puros números y no cosas que se enumeran.