KYRIE ELEISON

     

ESPÍRITU

   

 

      E

libro 3 - capítulo 25


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  Es inútil extenderse mucho más en lo que ya ha culminado. El hombre que haya sido capaz de entender lo que he escrito, también entenderá, sin necesidad de que yo se lo explique, todo lo demás.
La utilidad de expandir la Verdad radica en la posibilidad de que, el que la escuche, pueda luego contraerla dentro de sí. Yo no he dicho muchas cosas, he repetido siempre lo mismo de diferente manera. Y si en algo esta obra puede ser sugerente, es más en el talante con que ha sido escrita que en su contenido concreto.
Se trata de trazar un camino: el de la humildad, la obediencia, y la escucha en el silencio interior. En la humildad nos reconocemos ignorantes: sólo al que reconoce no saber Dios se complace en enseñarle. En la obediencia encontramos la libertad: las cosas se manifiestan tal cual son cuando se sienten libres, y no observadas ni agobiadas por nuestros análisis. En el silencio interior culmina la sabiduría, porque no está sujeta a ninguna expresión que la deforme en el intento de darle forma.
Cuando el hombre alcanza la Verdad, su mente calla. Y entonces hace obras y ejercita su saber en la conciencia de la inconsciencia del mismo: Las obras buenas salen del corazón, no de la razón consciente; pero el hombre debe ser consciente en la observación de sí mismo, y así se asegura de que su camino no se desvía de la Verdad.

La sabiduría es un retorno a la candidez del niño, pero con la fuerza de la fe del hombre maduro. El niño hace lo que siente y cree lo que ve. El hombre que ha alcanzado la Verdad, ama como un niño y cree como un niño. Y pasa a través del Mal sin inmutarse, porque contra la pureza recia de la fe en Dios no existen armas en todo el universo.
Y no se detiene en cavilaciones, ¿para qué cavilar cuando las cosas se nos muestran tal cual son?