KYRIE ELEISON

     

ESPÍRITU (2)

   

HOKDS

      E

libro 4 - capítulo 01


anterior - índice - siguiente

             
  Dios, Padre todopoderoso, me llamó y me dijo: “Contigo quiero hablar porque tú, rebelde y desconfiado, vas a ser mi testigo allí donde yo te envíe.”
Desde entonces ya no he podido vivir sin observar su presencia, que todo lo impregna transformando mi angustia en consuelo y mi satisfacción en alabanza. Porque no hay tristeza que no me lleve refugiarme en mi Señor ni alegría que no me impulse a glorificarle.
Allí donde le busco, allí está Él esperándome, para hablarme e instruirme. Y cuando me parece que lo he alcanzado en mi humildad, Él se esconde otra vez invitándome a buscarle, y en mi búsqueda sigo encontrando aun más soberbia y egoísmo dentro de mí, y sale a flote mi impureza tanto más cuanto más puro me creía.

Cuando la luz resplandece en mi exterior, camino gozoso dando gloria a Dios que me regala tanta plenitud. Pero de pronto la luz exterior se apaga y yo ya no sé dónde estoy ni cuál es el camino. Y la tristeza empieza a invadirme y a profundizar dentro de mí, y ha de romper mi impureza para alcanzar lo más profundo de mí mismo. Allí se encuentra la luz interior, la que nunca se ha de apagar, la que me hace libre.
Ya puede oscurecerse el mundo entero ante mis ojos, que si yo mantengo mi luz interior encendida, siempre sabré dónde estoy y cuál es mi camino.
Pero yo sólo cuando me encuentro en la oscuridad busco mi luz interior, y me olvido de ella en las épocas en las que todo resplandece a mi alrededor. Como veo a Dios fuera de mí, no lo busco en mí. Entonces Dios se oculta a mis ojos y deja que el mundo, en su comportamiento azaroso y despiadado, se apodere de mi plenitud y mi alegría. Pero Dios siempre me vuelve a llamar, no ya desde fuera de mí, sino desde lo más profundo de mí mismo. ¡Cuanta miseria debo limpiar en mi interior, tragándome mi orgullo, para poder reencontrarme con mi Señor!

Pero esa luz mía interior, que es el mismo Dios, ilumina también al mundo entero. No es sólo mía: yo me convierto en la lámpara en la que resplandece la luz de Dios. Y le veo dentro de mí y también le veo fuera de mí, en todas las cosas que me rodean. Porque en todas las cosas está Dios cuando están iluminadas con su luz: y yo mismo soy la lámpara que despide la luz que las ilumina.

Y Dios me dice: “Búscame dentro de ti, para que puedas encontrarme fuera de ti. Tu luz interior soy Yo mismo, y Yo ilumino al mundo por medio de ti.”