KYRIE ELEISON

     

ESPÍRITU (2)

   

HOKDS

      E

libro 5 - capítulo 04


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  No hay conexión entre el Cielo y la tierra. Nada ni nadie puede, por sus medios traspasar el abismo que existe entre una cosa y otra. Porque el Cielo es de una naturaleza y la tierra es de otra esencialmente distinta, así que ninguna transformación de lo terrenal puede ni tan siquiera acercarse a lo celestial.
Pero hay algo que puede vincular la tierra y el Cielo, es decir, lo material y lo espiritual: esto es la sincronía o, lo que es lo mismo, la resonancia.
Cuando dos cosas se comportan como si fuesen la misma, aunque estén tan separadas que no exista camino para que la una alcance a la otra, se establece una relación entre ellas tanto más afín cuanto mayor sea la identidad de sus comportamientos.
Pero ¿cómo identificar el comportamiento de dos cosas entre las que no existe comunicación directa? Mediante el Amor. Sólo mediante el Amor es posible relacionar lo irrelacionable.

Dios amó al mundo, y se manifestó según nuestra naturaleza. Bajo hasta nuestra altura, y se comportó en sincronía con la realidad celestial. Luego volvió. Pero estableció una relación de resonancia entre el mundo y el Cielo: un comportamiento que entraba en sincronía con una realidad celestial.
La realidad celestial que resuena con nosotros es la morada que Cristo nos está edificando junto al Padre. Lo que hacemos aquí, queda impreso allá, cuando hacemos la voluntad del Padre, vinculamos a su vez la Verdad de Dios con nuestra realidad terrenal.
Dios se acomoda a nosotros cuando nosotros hacemos la voluntad de Él. No hay antes ni después, no hay causa ni efecto, porque esta relación es de sincronía: Como dos ondas que resuenan en simultaneidad, así Dios construye la Iglesia en el mundo y así nosotros los cristianos construimos la nueva Jerusalem en el Cielo.

El futuro no es mejor que el presente, ni que el pasado, ni el santo está más cerca de Dios que el pecador arrepentido: el “ahora” de la sincronía con el Cielo es la única realidad válida en la construcción del Reino.
El Cielo se mueve, nada allí está quieto porque todo es impulso: impulso de Amor. El que se detiene aquí en la tierra, se desliga de lo celestial. Todo lo estático es un estorbo, toda ley que no lleve al movimiento del corazón es un obstáculo. Toda prohibición que no sea traducible en una acción positiva, es falsa, porque no se corresponde con la Verdad.

04 - a

Yo veo muchas cosas porque Dios me las muestra. Yo nací en el Espíritu cuando Dios me llamó, y desde entonces no ha dejado de hablarme al corazón, y ha encendido luces ante mis ojos, y me ha desvelado muchos de sus misterios. Pero si quisiera referirlos, explicarlos, no podría, porque no existe lenguaje cuyas palabras y cuya gramática pueda expresar la Verdad de Dios. Este conocimiento, al contrario que el conocimiento del mundo, no es acumulable: Ahora lo tengo, luego Dios se lo lleva, y me lo devuelve cuando Él cree oportuno.

Veo a hombres llenos del Espíritu, que mueren por sus semejantes, llamados por Dios a su iglesia, y que construyen en el Reino. Hombres que llevan la Verdad en sus corazones. Unos pertenecen a la iglesia evangélica, otros a la católica, otros a la ortodoxa... Y todos ellos dicen “yo estoy en la Verdad, pero el otro está equivocado”.
Dios me dice: “Todos están equivocados en la medida en la que no están unidos”.

Veo a hombres, pastores de las iglesias cristianas, que discuten sobre doctrinas y cuestiones absolutamente indiferentes para el Reino. Que imponen dogmas y “verdades” que desunen, paralizan, desvinculan a los hombres debilitando la Iglesia de Cristo: debilitando el Amor incondicional que debería existir entre todos y cada uno de los cristianos.
Dios me muestra todo esto, y yo, que amo a Cristo y a su Iglesia, quedo perplejo y sin saber qué hacer.

Estos hombres llamados por Dios para llevar a los fieles por el camino de la Verdad, ¿cómo es que no están reunidos día y noche para unir a todos los cristianos en una sola Iglesia? ¿A qué están esperando?
La Fuerza de Dios está en la unidad, y lo único que puede llevar a la unidad es el Amor. Lo que sea capaz de hacerse “uno” será capaz de hacer girar el mundo sobre su meñique. La Unidad en el Amor de los cristianos sería el principio de una nueva era.
Viendo estas cosas, y observando la realidad de las iglesias cristianas, yo me indigno y siento ganas de maldecir a todos esos ministros de los que sólo dos cosas son posibles: O ven la Verdad, y, como en su día los fariseos, blasfeman contra ella; o no la ven, y entonces ¿qué hacen dirigiendo lo que no ven?

Entonces Dios me llama aparte y me ordena silencio. Y luego, mostrándome a esos ministros de su iglesia que no están luchando por la unidad e, incluso, están impidiéndola, me dice: “Ellos son hijos míos, hermanos tuyos, que han ofrecido su vida por mí, cosa que tú no has hecho.”
“Pero Señor, ¿cómo permanecer con los brazos cruzados ante esta realidad? ¡Dame tu Poder, y yo uniré las iglesias!”
Y Él me responde: “Un insecto sale de su cascarón cuando éste se le hace pequeño. Pero ese cascarón que le impedía crecer, también le protegió e hizo posible que ahora esté vivo. Si yo quisiera, ¿no podría cambiarlo todo en un instante? Las cosas son como tienen que ser.”

04 - b

Me dolió el reproche que me había hecho mi Señor, y le dije: “Pero Señor, ¡yo sí quiero ofrecerte mi vida!”
“Para ofrecerme tu vida, tienes que hacerte pequeño, y tú me estás pidiendo mi Poder para unir las iglesias. Pretendes ser grande, y encima juzgas a tus hermanos y tomas decisiones que no son de tu competencia.”