KYRIE ELEISON

     

ESPÍRITU (2)

   

HOKDS

      E

libro 6 - capítulo 02


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  Cuando empiezo a sentirme seguro de mí mismo, Dios se retira ligeramente de mi lado y yo observo como el pecado me subyuga y me tiraniza sin tan siquiera darme tiempo a reaccionar.
Dios me pide que ore sin cesar, que continuamente le pida su Espíritu. Pero pasa mucho tiempo y Él no me da nada: Cuando casi he llegado a la convicción de que Dios, al menos por el momento, realmente me ha abandonado, entonces Él me sienta a escribir en este libro y me dicta todo lo que debo decir. Porque de tanto esperar en Él, de tanta desesperación al no encontrarle, ya está claro que nada de lo que diga va a ser fruto de mi inteligencia, sino sólo mensajes del Espíritu.

Y yo le digo: “Señor, ¿por qué no me permitiste ser un cristiano acoplado en las santas limitaciones de mi iglesia en lugar de agobiarme con la Luz que pones ante mí? ¡Ni siquiera sé con exactitud lo que quieres de mí!
Y Él accede: no me retiene donde yo no quiera estar. Pero entonces soy yo el que le pide otra vez esa Luz, porque no soporto mi propia cobardía.

El Señor me muestra mi iglesia, con sus ministros y todos los hermanos, y me dice: “Ves toda esa imperfección? Ésa es la cuna de tu salvación. Sin ellos y sin sus limitaciones, tú jamás podrás llegar hasta mí.”
La Verdad, sin dejar de ser una, es grande e infinita, todo lo abarca. Pero luego se concreta limitándose. ¿Ya es acaso ‘menos verdad’?:
Lo concreto es el símbolo de lo ilimitado. El ser humano, concreto y limitado, es sin embargo imagen de Dios, ¡pero no es Dios! El concepto que representa la Verdad, no es la Verdad misma, sino un cascarón que nos permite acotarla circunstancialmente para poder, en alguna medida, acceder a ella. La comunidad cristiana en la que el Señor me ha situado para poder alcanzar la salvación, no es la pura Iglesia de Cristo, donde nada es sólido y cada hombre muere continuamente por todos sus hermanos, pero es esa realidad limitada que la representa.
Yo, hombre concreto, en una comunidad imperfecta, con ayuda de unos conceptos más o menos afortunados, soy símbolo sin embargo de lo ilimitado: De la Verdad plena, de la pura Iglesia de Cristo, de Dios mismo.

Los conceptos, la iglesia, el hombre, son realidades concretas que deben renovarse continuamente para poder ser símbolo eficaz de la Verdad ilimitada. Porque Dios es movimiento, búsqueda, encuentro. Si no somos capaces de despojarnos de nuestras corazas y quedarnos en carne viva, entonces Dios, que nunca se detiene, continuará sin nosotros y seremos atrapados por el rey de la oscuridad, que se apodera de todo lo que queda estático porque lo puede encajar en su reino rectilíneo e inexorable.
Ninguna verdad, por afortunado que sea su hallazgo, debe ser anclada en una expresión precisa e indiscutible: por el contrario, es la parábola, es la alusión a lo inexpresable lo que debe llamarnos la atención.