KYRIE ELEISON

     

ESPÍRITU (2)

   

HOKDS

      E

libro 6 - capítulo 07


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  La sombra del Mal persigue a todo hombre que luche por el bien.
Si busco en la ley, el Mal se esconde en la ley y la convierte en moralismo. Si busco en la libertad de la Verdad, el Mal me llama desde mi propia libertad para intentar convencerme de que todos los caminos son igualmente válidos. Siempre utiliza el Poder de Dios para ir en contra de Dios. Aparece ante mí con una cara y a mí me parece que ya lo conozco, pero luego, con otra cara que yo no conozco, se me acerca hasta tocarme.

Un hombre lucha por el Amor y la unidad, y entonces señala a todo aquél que, huyendo del Amor, impone su propia individualidad. ¿Es posible amar al que me impide amar? ¿Le es lícito a un hombre denunciar a otro hombre y amarlo al mismo tiempo? ¿Es coherente pregonar el Amor universal y simultáneamente denunciar al que lo impide?
He aquí la lucha entre el Bien y el Mal: Dios quiere salvar a toda la humanidad, pero no va a permitir que todos se pierdan sólo para impedir que se pierdan aquéllos que no quieren salvarse.

Dios me dice: “Si no tomas conciencia de la existencia del Mal, no llegarás nunca a conocerme.”
El hombre que se agarra a Dios, lo primero que siente es la presencia del Mal muy cerca de él. El hombre que siente la presencia del Mal muy cerca de él, se agarra a Dios.
Los fríos de corazón, los que han querido situarse por encima del Bien y del Mal, no pueden conocer a Dios. Haría falta que el sufrimiento les ablandara el corazón hasta el extremo, y entonces quizá levantarían su mirada hacia el Cielo. Muchos preferirían morir apresuradamente antes que levantar la mirada a ninguna parte: tal es su arrogancia y el miedo a conocer la verdad sobre ellos mismos.

Desde que el hombre intentó identificar la razón con la verdad, los corazones se enfriaron y el Amor se apagó en el mundo. No hay Bien ni Mal, porque a la luz de la razón solo existe la causa y el efecto: Los hombres son manipulados, se les disimula la muerte: centenares de medicamentos pretenden poder subsanar el sufrimiento. Absolutamente nada tiene sentido sino que dioses mezquinos chupan el impulso vital de los hombres hasta consumirlos por completo.
En este desierto de muerte, Dios enciende una Luz de esperanza, no para los fuertes ni poderosos, ni para los eruditos ni los entendidos en ciencias de la materia o del espíritu, sino para los débiles, para aquellos que aun conservan ternura en el corazón y conciencia de su absoluta ignorancia. Dios los llama, los bendice, y les muestra su Reino.

El Mal recoge el Poder de Dios y lo desvía para su propia conveniencia. Los hombres que rinden culto a la razón prestan servicio al Mal, pero muchos no son sino títeres, porque desconocen la fuerza del Espíritu de Dios, y se dejan manipular en la infantil creencia de que son ellos los que manipulan.
En la medida en la que los hombres de la iglesia han sido impregnados de este espíritu racional, han perdido la capacidad para alojar dentro de sí el Espíritu de la Verdad.

Dios me lo ha mostrado, ¡creedme!: La razón es el excremento del movimiento, es el sustrato sólido e inferior de las cosas. Es necesaria para poner el pié encima, pero ¡cuidado no quede nuestro pie atascado en ella!

07 - a

Soy pequeño e inseguro, como un niño. Las palabras de los demás me paralizan, y mías se traban entre mis dientes. Sin embargo, cuando el Espíritu de Dios me invade digo lo que tengo que decir con voz firme. Pero luego compruebo que las palabras que surgen de mis labios llegan mucho más allá de lo que había en mi mente: Porque no hablé yo, sino el Espíritu que hay en mí.
Dios me ilumina y me muestra la Verdad, y yo la expreso para gloria suya. El hombre que conozca a Dios reconocerá en mis palabras el mensaje del Espíritu de Dios, y glorificará al Señor junto conmigo.
El hombre que no conozca a Dios sentirá miedo de pensar que yo, un hombre débil, inseguro e infantil, pueda tener acceso directo a la Verdad de Dios. Y buscará por todos los medios la manera de minimizar el mensaje que el Espíritu envía a través de mí, porque no mira a donde yo miro, sino que me mira a mí.
Supuestos doctores de la iglesia, muchos de ellos más versados en las leyes de la oscuridad que en las de la Luz, dicen lo que es y lo que no es Verdad: califican y clasifican a los enviados de Dios a la manera del mundo, porque no tienen oídos para escuchar sus mensajes.
Yo, débil, inseguro, infantil, soy verdadero doctor de la Iglesia, porque no sé nada, porque reconozco mi ignorancia: Entonces el Espíritu de Dios puede hablar a través de mí. No me fundamento ni en doctrinas, ni en tradiciones, ni en dogmas, ni en nada establecido, sino que, vacío en mi mente y ávido de Amor en mi corazón, me dirijo hacia Dios a la espera de que Él, y sólo Él, me llene. Y Él me purifica y llena de su Amor y de su Luz. No existe Verdad más cercana a Dios que la del hombre que no es nada, y que eleva sus ojos hacia lo alto.

Dios se complace en hablar a través de mí porque yo no tengo criterios que puedan interferir en su mensaje, ni opino, ni prejuzgo, ni racionalizo, ni busco la coherencia de lo que me dice. Escucho silencioso sus palabras, y nada más.


07 - b

El que me envía, me obliga a guardar silencio cuando todos esperan que yo hable, y me impulsa a hablar cuando mis palabras parecen estar de más. Cuando el mundo me mira con buenos ojos, Él me quita su Poder, cuando el mundo me ignora o me desprecia, Él me hace sentir fuerte. Me obliga a dar voces en el desierto y enmudece mi boca entre la multitud. Nada entiendo: así lo quiere el Señor, porque si yo lo entendiera, intentaría manipularlo, intentaría ayudarle al Señor en sus propósitos, y ya no sería vehículo libre de los mensajes del Espíritu.

Un psicólogo podría racionalizar mis estados de ánimo, mis percepciones, mis reacciones, pero un psicólogo nunca conseguirá con sus conocimientos que un hombre llegue a ser vehículo de la palabra de Dios. El científico parte de la razón, pero la razón confunde la cáscara sólida de las cosas con el movimiento que emerge de ellas. La cáscara siempre es igual, pero en el movimiento está el verdadero misterio de la vida.