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la promesa mesiánica

Salmo 002

¿Por qué se agitan las naciones, y los pueblos mascullan planes vanos?
Se yerguen los reyes de la tierra, los caudillos conspiran aliados contra el Padre y contra el Cristo:
«¡Rompamos sus coyundas, sacudámonos su yugo!»
El que se sienta en los cielos se entristece, el Padre espera con infinita misericordia.
Luego les habla con dureza, con la indignación de un padre que quiere salvar a sus hijos del desastre:
«Ya tengo yo consagrado al Rey en la nueva Jerusalem.»
Voy a anunciar la decisión del Padre: Él me ha dicho: «Tú eres mi Hijo; Yo te he engendrado hoy.
Pídeme, y te daré en herencia las naciones, en propiedad los confines de la tierra.
Con tu Amor y tu firmeza no tendrán más remedio que volverse hacia ti, los rescatarás hasta de lo más hondo de la muerte.»
Y ahora, reyes, comprended, corregíos, jueces de la tierra.
Servid al Amor con el solo temor de perderlo, con humildad besad sus pies; no sea que os alejéis demasiado y luego os perdáis en el camino, pues nadie conoce ni el día ni la hora...
¡Venturosos los que a Él se acogen!

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