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oración del perseguido

Salmo 007

Padre mío, a ti me acojo, sálvame de mí mismo, líbrame; ¡que no arrebate como un león mi vida el que desde mi interior desgarra, sin poder ver yo el Camino a la libertad!
Padre mío, si algo de esto hice, si hay en mis manos injusticia, si a mi bienhechor con mal he respondido, si no he perdonado al que injustamente me ha dañado, ¡que el enemigo me persiga y me alcance, estrelle mi vida contra el suelo, y tire mis entrañas por el polvo! Pues si en mi injusticia Tú no me reprendes, ¿cómo puedo yo saber que Tú estás conmigo?
Levántate, Papá, en tu enojo, pon tu mano sobre los arrebatos de mis opresores, despierta ya, Dios mío, Tú que el juicio convocas. Y haz justicia contra mí, pues, por tu misericordia, tus castigos durante mi vida son mi salvación eterna. ¿Quién puede temer el castigo justo de un Padre bueno?

Que te rodee la asamblea de las naciones, y Tú en lo alto vuélvete hacia ella.
Júzgame, Padre, conforme a mi justicia y mi injusticia, para que yo nunca me engañe a mí mismo.
Haz que cese la maldad de los impíos, y afianza al justo, Tú que escrutas corazones y entrañas, oh Dios justo.
Dios, el escudo que me cubre, el salvador de los de recto corazón; Dios, el juez justo, paciente y misericordioso, pero Luz que denuncia en todo tiempo al que no se vuelve hacia la verdad, siempre esperando rescatarlo.

Afile su espada el enemigo, tense su arco y lo apareje, para sí solo prepara armas de muerte, hace tizones de sus flechas; vedle en su preñez de obstinación, malicia concibió, fracaso pare. Cavó una fosa, recavó bien hondo, mas cae en el hoyo que él abrió; revierte su obra en su cabeza, su violencia en su cerviz recae.
Doy gracias al Padre eterno por su justicia, salmodio el Nombre del Amor, el Altísimo.

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