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poder del nombre divino

Salmo 008

¡Oh Padre, Señor nuestro, qué glorioso tu nombre por toda la tierra! Tú que exaltaste tu majestad sobre los cielos, en boca de los niños, los que aún maman, dispones baluarte frente a destructores de tu obra, para acabar con la soberbia de eruditos e inteligentes.
Al ver tu cielo, hechura de tus dedos, la luna y las estrellas, que fijaste Tú, ¿qué es el hombre para que de él te acuerdes, el hijo de Adán para que de él te cuides? Apenas inferior a un dios le hiciste, coronándole de gloria y de esplendor; le hiciste señor de las obras de tus manos, todo fue puesto por ti bajo sus pies: ovejas y bueyes, todos juntos, y aun las bestias del campo, y las aves del cielo, y los peces del mar, que surcan las sendas de las aguas. Y la naturaleza entera, con sus leyes y secretos, Tú se la entregas al hombre poco a poco como Padre bueno que todo lo construye y lo conserva, no para guardarlo para sí, sino para entregarlo a sus hijos, amados con infinita ternura.
Mas, ¿qué ha hecho el hombre con tu obra? ¿dónde está la gratitud de tus hijos por el poder que les has regalado? Sólo sueñan en suplantarte: excluyen y destruyen a capricho negándose a reconocer que no existe gloria ni esplendor estables que no estén sustentados en el Amor.
¡Oh Padre, Señor nuestro, qué glorioso tu nombre por toda la tierra! La gloria de tu nombre es eterna porque tu santo Nombre es “Amor”.

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