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Dios humilla la opresión y salva la humildad (2)

Salmo 010

¿Por qué, Padre, te quedas lejos, te escondes en las horas de la angustia?
Por el orgullo del prepotente es menospreciado el desdichado, queda preso en la trampa que le ha urdido.
Sí, el rico y poderoso se jacta de los antojos de su alma, con hipocresía bendice, pero menosprecia la solidaridad; el que se ha entregado a los placeres mundanos, insolente, no busca ni el Amor ni la Justicia: «¡No hay ningún Dios que vaya a hacer justicia! Eso no es más que un mito del pasado», es todo lo que piensa.
El ambicioso afianza sus riquezas en la tierra según las leyes humanas, allá arriba tus juicios están muy lejos de él, cuando la Justicia divina y las leyes de los hombres no se ajustan, todo lo que cabe esperar es sufrimiento y destrucción.
Dice en su corazón: «¡Jamás vacilaré!» porque nunca se ha visto en ninguna desgracia, en desesperación profunda, y maldice sin escrúpulos. De fraude y mentira está llena su boca, bajo su lengua sólo egoísmo y superficialidad; al acecho se aposta entre las cañas y en los recodos daña al inocente. Todo ojos, espía al desvalido para aprovecharse de su debilidad, al acecho escondido como león en su guarida, al acecho para atrapar al desdichado y arrancarle lo poco que tiene para vivir, atrapa al desdichado arrastrándole en su red de leyes humanas, de las injustas instituciones sociales.
Espía, se agazapa, se encoge, el desvalido cae en su poder; dice en su corazón: «¿Dios? ¿qué Dios? Si ese Dios justo de verdad existiera ya habría hecho acto de presencia. Gocemos de la vida, que no somos más que animales que volvemos a la nada, máquinas perecederas de generar placer.»
¡Levántate, Padre, alza tu mano, oh Dios! ¡No te olvides de los desdichados!
¿Por qué el soberbio menosprecia a Dios, dice en su corazón sonriendo: «No vendrás a indagar?»
Lo has visto ya, que la pena y la tristeza las miras Tú para tomarlas en tu mano: el desvalido se abandona a ti, Tú socorres al huérfano.
¡Quiebra el brazo del poderoso, del prepotente, que se aprovecha de tu misericordia para con los que de él dependen para no caer! Hace uso de tu Amor para afianzarse en el poder, manteniendo como rehenes a los que más merecen tu compasión. Piensa interiormente: «Si Dios me hunde, ellos conmigo se hundirán, porque de mí dependen.»
¡Padre, Tú eres rey por siempre, por los siglos; Tú barrerás la explotación de la faz de la tierra!
El deseo de los humildes escuchas Tú, Padre, su corazón confortas, alargas tus oídos, para hacer justicia al huérfano, al vejado: ¡cese de dar terror el hombre salido de la tierra!

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