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junto a Dios no hay temor

Salmo 027

El Amor es mi Luz y mi salvación, ¿a quién he de temer? Él, el refugio de mi vida, ¿por quién he de temblar?
Cuando los hombres se acercan contra mí para hacer burla de mi fe, son ellos, inteligentes materialistas, los que tropiezan y caen.
Aunque contra mí acampe la sociedad entera, mi corazón no teme; aunque estalle una guerra en contra de mi fe, mi Paz me sostiene.
Una cosa he pedido al Padre, una cosa estoy buscando: morar en la Casa del Amor, todos los días de mi vida, para gustar la dulzura de mi Dios y cuidar de su Templo en mi interior.
Que Él me dará cobijo en su cabaña en día de desdicha; me esconderá en lo oculto de su tienda, y sobre una roca me levantará.
Y ahora se alza mi cabeza sobre la insubstancialidad que me hostiga; en su tienda voy a consagrar un rito espontáneo de aclamación. Cantaré, salmodiaré al Señor.

Escucha, Padre, mi voz que clama, ¡tenme piedad, respóndeme!
Dice de ti mi corazón: «Busca su rostro. » Sí, Padre, tu rostro busco: No me ocultes tu rostro. No permitas que tu siervo se aleje de ti; tú eres mi auxilio. No me abandones, no me dejes, Dios de mi salvación.
Si mi padre terrenal y mi madre me abandonan, mi Padre celestial me acogerá.
Enséñame tu Camino, Padre, guíame por la senda de la sencillez, por causa del mal que me asecha; no me entregues al ansia de poder y de protagonismo, pues se han alzado contra mí falsos testigos que respiran violencia, que pretenden tener la exclusividad de tu complacencia.
¡Ay, si estuviera seguro de ver la bondad del Amor en la tierra de los vivos!
¡Espera en el Rey, sé valiente, mantente firme, espera en el Rey!

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