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acción de gracias después de un peligro de muerte

Salmo 030

Yo te ensalzo, Padre, porque me has levantado; te puse como testigo y Tú me has respondido: No permitiste que los burlones se cebaran en mí.
Padre, Dios mío, cuando tu silencio me hacía tambalear, clamé a ti y me sanaste.
Tú has sacado, Padre, mi alma de la muerte, la dureza de la razón se ha derretido en el calor de tu Espíritu. Me has recobrado del sinsentido de la pura materia y me has mostrado el poder y la fuerza del Espíritu.
Salmodiad al Nombre del Amor los que amáis, alabad su memoria sagrada.
Por un instante se escucha su silencio en la oscuridad, de toda una vida su Voz en la Luz. Por la tarde visita de lágrimas, por la mañana gritos de alborozo.

Ya no necesito el beneplácito de nadie sino de ti, ya no habré nunca más de venderme al mundo para sentirme amado, porque Tú estás conmigo.
Por eso yo en mi paz decía: «Jamás vacilaré.» Padre, tu favor me afianzaba sobre fuertes montañas; mas retiras tu rostro y ya estoy conturbado. Cuando me siento fuerte mi corazón se endurece y ahuyenta el soplo de tu Espíritu. Entonces a ti clamo, Padre, a mi Dios piedad imploro:
«¿Qué ganancia en mi desánimo, en que busque mi alegría en el alimento que mata? ¿Puede alabarte el polvo, anunciar tu Verdad? ¡Escucha, Padre, y ten piedad de mí! ¡Sé Tú, Papá, mi auxilio!»
Has trocado mi lamento en una danza, me has quitado el sayal y me has ceñido de alegría; mi corazón por eso te salmodiará sin tregua; Padre, Dios mío, te alabaré por siempre.

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