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súplica del perseguido

Salmo 035

Deslízame, Padre, por entre los que me atacan, ocúltame a los ojos de quienes me combaten; guarda mi Luz en lo escondido; que sea yo como el viento y entre sus pies escape sin que puedan pisotearme. Di a mi alma: «Yo soy tu salvación.»
¡Confusión y vergüenza sobre aquellos que andan buscando mi vida! ¡Vuelvan atrás y queden confundidos los que mi mal maquinan! ¡Sean lo mismo que paja al viento: que tu soplo los disperse; que cuando crean haberme encontrado, tropiecen en el camino de tiniebla y precipicio deslumbrados por la luz que se oscurece!
Pues sin causa me han tendido su red, han cavado una fosa para mí. ¡Que cada uno de ellos caiga de improviso en la red que para mí había tendido: que sea juzgado por su propio juicio!
Que mi alma se regocije en tu salvación y pueda ver yo los frutos de mi fe. ¡Padre!, ¿quién como tú, para librar al débil del más fuerte, al pobre de su expoliador?

Testigos falsos se levantan, sobre lo que ignoro me interrogan; me pagan mal por bien, ¡desolación para mi alma!
Yo, cuando eran ellos los enfermos, me compadecía y oraba, y de corazón deseaba la salvación para todos ellos; como por un amigo o un hermano iba y venía, y nunca les negué mi favor ni mi ayuda.
Ellos, sin embargo, se ríen de mi caída, se reúnen, sí, se reúnen contra mí; extranjeros, que yo no conozco, desgarran sin descanso; si caigo, me rodean rechinando sus dientes contra mí.
¿Cuánto tiempo, Señor, te quedarás mirando? Recobra mi alma de sus garras, de los leones mi vida.

Te daré gracias en la gran asamblea, te alabaré entre un pueblo copioso.
No se rían de mí, mis enemigos, ni se guiñen sus ojos los que me odian sin razón. Pues no es de paz de lo que hablan a los pacíficos de la tierra; mascullan palabras de traición, abren bien grande su boca contra mí; dicen: «¡Ja, Ja, nuestros ojos lo han visto!»
Tú lo has visto, Padre, no te quedes callado, Señor, no estés lejos de mí; despiértate, levántate a mi juicio, en defensa de mi causa, oh mi Dios y Señor; júzgame conforme a tu justicia de misericordia, oh Padre, ¡Dios mío, no se rían de mí!
No digan en su corazón: «¡Ajá, lo que queríamos!» No digan: «¡Le hemos engullido!» Vergüenza y confusión caigan a una sobre los que se ríen de mi mal; queden cubiertos de vergüenza y de ignominia los que a mi costa medran!
Exulten y den gritos de júbilo los que en mi justicia se complacen, y digan sin cesar: "¡Grande es el Padre, que en la Paz de su siervo se complace!"
Y tu justicia musitará mi lengua, todo el día tu alabanza. 

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