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la liberación divina 

Salmo 040

En el Padre he puesto toda mi esperanza, Él se inclinó hacia mí y escuchó mi clamor.
Me sacará de la fosa fatal, del fango cenagoso; asentará mis pies sobre la roca, consolidará mis pasos.
Pondrá en mi boca un canto nuevo, una alabanza a nuestro Dios; muchos verán y temerán, y en al Amor tendrán confianza.
Dichoso el hombre aquel que en el Amor pone su confianza, y no se entusiasma con la rebeldía, que tiene el disfraz de la libertad y el corazón de la mentira.

¡Cuántas maravillas has hecho, Padre mío, qué de designios con nosotros: nada hay comparable a ti! Yo quisiera publicarlos, pregonarlos, mas su número excede toda cuenta.
Ni sacrificio ni oblación querías, pero el oído me has abierto; no pedías holocaustos ni víctimas, dije entonces: Heme aquí, que vengo. He encontrado mi plenitud en hacer tu voluntad. Oh Dios mío, en tu ley me complazco en el fondo de mi ser.

He publicado la justicia en la gran asamblea; mira, no he contenido mis labios, tú lo sabes, Padre.
No he escondido tu justicia en el fondo de mi corazón, he proclamado tu lealtad, tu salvación, no he ocultado tu Amor y tu verdad a la gran asamblea.
Y tú, Padre, no contengas tus ternuras para mí. Que tu amor y tu verdad incesantes me guarden.
Pues desdichas me envuelven en número incontable. Mis culpas me dan caza, y no puedo ya ver; más numerosas son que los cabellos de mi cabeza, y el corazón me desampara.

¡Dígnate, oh Padre, librarme, corre en mi ayuda! ¡Queden avergonzados y confusos todos juntos los que buscan mi vida para cercenarla! ¡Atrás, sean confundidos los que desean mi mal! Queden consternados de vergüenza los que dicen contra mí: "¡Ja, Ja!" ¡En ti se gocen y se alegren todos los que te buscan! Repitan sin cesar: "¡Grande es el Amor!", los que aman tu salvación.

Y yo, pobre soy y desdichado, pero el Señor piensa en mí; Tú, mi socorro y mi libertador, oh Dios mío, no tardes.

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