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las bodas del Rey

Salmo 045

Mi corazón está lleno de hermosas sensaciones. Multitud de palabras se aglomeran en mi mente, palabras que nunca se podrían llegar a conjugar, porque pretenden expresar lo inexpresable.
La belleza y hermosura de todas las cosas: imagen del Amor divino.
Nuestro Rey todo lo tiene. Nada posee, sino que todo se lo da el Amor.
Nuestro Rey camina con los marginados, se entiende con los extranjeros, se hace carne en los pobres, se expresa por boca de los humildes.
Los poderosos no lo ven. Muchos de ellos en su nombre tiranizan, pero Él no está con ellos.
Por eso los poderosos se secarán y morirán, mientras que los mansos y humildes heredarán la tierra.

Este Reino que no se levanta por sobre las cosas, sino que se abaja hasta lo más profundo del sufrimiento humano, este Reino no tiene fin. No es ostensible, no es prepotente. Nunca mira desde arriba, sino desde abajo.
Por eso, cuando todas las cosas de este mundo se consuman en sus propias fantasías, el Reino del Amor que transforma el sufrimiento en gozo se mostrará en todo su esplendor. Sin que nadie lo fuerce: La Luz del Reino no podrá ser eclipsada.
Nuestro Rey se ha fijado en nosotros, y como un joven esposo ama a su esposa, sin sombra de interés, todo ternura, así ama Él a los hijos de su Reino, para llegar a ser con ellos una sola carne y un solo Espíritu. ¡Olvidemos nuestra casa en el mundo!

Cielo y tierra se unen en cópula fértil de Amor eterno.
El Padre y los hombres se encuentran en un éxtasis de deseo, y así se forma el Reino del Amor.
Nuestro Rey toma a los insignificantes de la tierra y los alza sobre sus hombros. La gloria de Dios es compartida con los hombres.
Una historia de Amor llena de sacrificios, de prolongadas esperas, de fe en el imposible. Mas, ¿quién, que de verdad ama, se resigna ante un imposible?
¡El Nombre de nuestro Rey será memorable por todas las generaciones, y los pueblos le alabarán por los siglos de los siglos!

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