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la generosidad de Dios en la naturaleza

Salmo 065

A ti la alabanza, Padre mío, porque Tú todo lo haces revivir. Das tu favor a los que favorecen y se lo quitas a los que acaparan.
Escuchas la oración de los pequeños: A través de ti, lo insignificante toma el poder y señala el curso de la historia, pero lo ostentoso se consume como la hoguera de paja.
Ya no habrá de temer el hombre por el peso de sus culpas. Ya no tendrá que inventar justificaciones para sentirse liberado de sus errores. Ya no habrá de fabricar ideologías que te nieguen a ti, Dios nuestro, para poder sentir la libertad. Porque Tú sanas al hombre desde lo más íntimo de su ser: Le permites volver a nacer, como si de otra persona se tratara.
A través de la humildad y la mansedumbre el hombre entra en ti, Padre nuestro, y Tú lo devuelves al mundo limpio otra vez.

Si peco contra mi hermano, ante mi hermano lo reconoceré, y, aunque él no me perdonara, Tú estarás conmigo.
Mas si peco contra ti, Padre mío, y yo ante ti lo reconozco, que no entre mi hermano a manipular mi conciencia: Tú me mostrarás abundantes signos de tu perdón.
El hijo del Reino llega pobremente vestido; su autoridad es incuestionable, sin embargo él no hace gravitar esa autoridad en ninguna institución, sino que actúa desde su propia coherencia interior. El hijo del Reino mira mi pecado: Si me perdona, yo me siento perdonado, mas si me reprende, yo, por ti mismo, Señor, me siento reprendido.

Tú nos respondes con prodigios de justicia, Dios de nuestra salvación, esperanza de todos los confines de la tierra. Igual que Tú me impregnas a mí hasta en lo más íntimo, así el Reino y sus hijos impregnan la tierra entera.
Tú visitas la tierra y la haces rebosar, de riquezas la colmas. El río de Dios va lleno de Agua, los que vienen a beber se vuelven fecundos como tierra virgen: Dan fruto en cada uno de sus actos. Nada de lo que hagan queda lejos de la divina bendición.
El tiempo se cierra en ciclos de renovación en los que todo vuelve a nacer, y lo oscuro y tenebroso es olvidado para siempre.
Tú coronas los ciclos de los tiempos con tu benignidad; las colinas se ciñen de alegría, las praderas se visten de rebaños, los valles se cubren de trigo, y hasta los desiertos destilan pastos; ¡y los gritos de gozo, y las canciones!

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