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lamentación por la ruina del Templo

Salmo 074

¿Por qué, Padre, esa aparente indiferencia hacia tus hijos?
¿Cómo es que permites que la injusticia se arraigue?
Mira a todos tus hijos,
fíjate en aquellos que se han vuelto siempre hacia ti buscando tu voluntad.
Desde muy antiguo te has revelado a los hombres,
les has confiado tus anhelos.
¿Cómo es que ahora permites que las gentes nos pregunten
“dónde está tu Dios”?
Nosotros no te hacemos respetar:
Tú te haces respetar, con tu Amor, con tu misericordia, y también con tu Justicia.
Sin embargo has permitido que se utilice tu Nombre para ir contra ti,
que se utilice tu ley para esclavizar;
has permitido que las gentes utilicen nuestros símbolos
para significar justamente lo opuesto,
has permitido que se tergiverse tu Palabra
para que se quede en la mente y no llegue al corazón.
Los profetas parecen mudos,
porque ya la Verdad no hace mella en un mundo donde todo es fantasía.
Toda la pujanza de tu Palabra ha sido amaestrada,
el filo de la Verdad ha sido mellado,
las palabras razonables tienen ya mucho más poder
que las espadas afiladas que llevan tu Verdad.
Si Tú no te haces presente con fuerza, Dios mío,
¿qué más podemos hacer tus testigos?
Desde la antigüedad,
todos los pueblos han aprendido a ver caer al prepotente y al jactancioso;
sin antes ponerse de acuerdo,
en todos los pueblos se habla con admiración de la humildad.
En las culturas más lejanas e inconexas,
siempre hubo alguien que habló con veneración del Amor.
No hay ser humano que, entrando en el Templo: lo más íntimo de sí mismo,
no hable con fervor de las mismas cosas.
Pero ahora los hombres parecen borrachos de sus propias elucubraciones,
suben y suben sin mirar nunca hacia dentro:
la torre que están construyendo no caerá sin destrozar países enteros,
sin matar a millones de inocentes.
No dejes, Padre, que los pequeños que en ti confían,
que aquellos que descansan en ti por completo,
no tengan respuesta en sus labios cuando los ensoberbecidos les pregunten:
“dónde está tu Dios”.
¡No vuelva cubierto de vergüenza el oprimido;
el humilde y el pobre puedan dar gloria a tu Nombre!
¡Álzate, Padre querido, a defender tu causa,
no dejes que la obstinación humana se desate hasta la muerte!
Mira cómo las gentes del mundo se envalentonan;
mira cómo sojuzgan a los humildes y los retienen lejos del Amor.

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