anterior

índice

siguiente

restauración es el brillo de tu rostro

Salmo 080

Padre bueno, Tú conduces admirablemente a todo aquél que se pone en tus manos.
En todas las coincidencias se percibe tu intención. Es necesario vivirlo para comprenderlo.
Pero este camino de zarzas, ¿es por aquí por donde quieres que vaya, o es que me he vuelto sordo a tus palabras?
¡Padre, no me importa cruzar zarzales siempre que ante mí brille tu rostro!

Sólo en aquello en lo que morimos por Amor reverdece el candor de una vida nueva.
Sólo en la injusticia que sufrimos sin poder defendernos vemos caer al prepotente.
Sólo en la inseguridad que sobrellevamos con alegría es posible crecer en la fe.
¡Padre, no me importa desgastarme hasta morir siempre que ante mí brille tu rostro!

Somos un pueblo de sacerdotes que llevamos tu Palabra a un mundo sordo por la estridencia de sus deseos.
No queremos resultar convincentes, sólo queremos ser fieles a la Verdad.
Sembramos, damos media vuelta y nos vamos. No miramos para atrás para recoger lo que no es nuestro.
¡Padre, no me importa sentirme completamente solo siempre que ante mí brille tu rostro!

Padre bueno, regálanos la sencillez y no permitas que llegue para nosotros la abundancia material.
Ni abundancia de influencia ni de prestigio, ni abundancia de medios económicos ni de estabilidad.
Porque donde hay abundancia material, hay poder, y donde hay poder, la corrupción no anda lejos.
Padre, no quiero ninguna recompensa en este mundo, sólo una cosa deseo: ¡que ante mí siempre brille tu rostro!

anterior

índice

siguiente