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sólo resta dar gloria a tu Nombre

Salmo 086

Tiende tu oído, Padre, respóndeme, que soy pobre de Amor,
guarda mi ser, porque yo te amo, salva a tu siervo que confía en ti.
Desde mi corazón, en la inconsciencia de mi sinceridad, te dije:
«Aunque Tú dejaras de amarme, yo te seguiría amando.»
¿Cómo podría yo pretender amar con mi propio Amor?
No puedo amar con otro Amor sino con tu Amor:
Lo que en mi corazón resonó no fui yo quien lo dijo,
me lo dijiste Tú, Padre. Yo lo escuché, en mi interior hablaste.

Dioses hay muchos. Todos viven fuera de las cosas.
El dinero, el prestigio, el poder, el placer, la despreocupación.
Hay que ir a buscarlos. Hay que invocarles con ritos elaborados:
Complejos ritos bursátiles y sociales con traje de etiqueta.
Sólo Tú, Padre, vives en todo, porque todo es tuyo.
No hay otro rito agradable a tus ojos que la humilde sinceridad.
Al que te invoca desde lo más íntimo de su debilidad, Padre,
Tú siempre le escuchas. Nunca pude decir: «Dios no me escuchó.»

El Camino me mostraste, el Espíritu de la Verdad me acompaña;
sólo me resta dar gloria a tu Nombre cada instante de mi vida.
Me has dado la Paz divina, la que no se desgasta ni se consume,
esa Paz que tanto más brilla cuanto más despiadada es la guerra.
La violencia me busca para suscitar en mí más violencia,
el desprecio me busca para hacer de mí su templo de altivez,
pero Tú me humillas para rescatarme, me devuelves mi identidad,
y humillas en la vergüenza a los que pretenden humillarme.

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