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Dios es Amor

Salmo 103

Bendice al Amor, alma mía, desde lo profundo de mi ser;
bendice al Amor, alma mía, y no olvides sus frutos de salvación.
El Amor, donde toda culpa se desvanece,
donde los jueces han de bajar de sus tribunas
porque ya no hay decreto, ya no hay ley aplicable.
El Amor, que no permite que el espíritu envejezca:
centellea la ilusión en los ojos del moribundo.
El Amor, que corre detrás del que sufre,
y levanta al oprimido para sentarlo en su trono.

El Amor, que no se encona ni se complace en recordar culpas,
sino que está siempre dispuesto a olvidar, a volver a empezar.
No existe idea humana que abarque la grandeza del Amor:
ni las filosofías más elaboradas,
ni las teorías científicas más completas,
ni el arte consumado, ni el orden acabado,
el Amor se eleva por encima de todo lo humano:
todo lo abarca, mas no puede ser abarcado;
puede ser conocido, mas no descifrado.

El Amor, no se hace valer por su fuerza,
ni hace alarde de su sabiduría;
en todo está presente, mas su presencia nunca abruma.
Su sello es la ternura: Que nadie quede abandonado;
que nadie quede excluido ni rezagado.
Bendigamos al Amor, acariciemos la realidad,
¿qué ingenio humano puede insuflar ilusión duradera?
Pongamos los pies en el suelo, y observemos con humildad:
Bendigamos al Amor para que la fantasía no nos engulla.

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