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Dios cuida de su creación

Salmo 104

¡Que todo mi ser bendiga al Amor sin descanso! Mi Dios me mira con ternura, y siempre está ansioso de encontrarse conmigo, una y otra vez. No se cansa de mí, cada vez que me acerco, Él abre sus brazos de alegría como si no hiciera otra cosa que pensar en mí.
Envuelto en un manto de Luz, como el viento se desplaza, sobre las aguas reposa. Inasible es el verdadero Amor porque no hace falta retenerlo: Siempre está ahí.

No empleas la violencia, y sin embargo todo te obedece porque sitúas cada cosa del universo en el lugar de su plenitud.
De la tierra mana la vida y al sol se la ofrece. De los montes bajan los ríos: Tu Amor todo lo hace florecer. Cada cosa encuentra su razón de ser allí donde Tú la situaste, porque Tú eres origen de toda Belleza, origen de todo Orden.

Cerca de la sed has puesto el agua, cerca del frío has encendido un fuego. Ninguna necesidad es pequeña, ningún deseo es imposible, porque Tú estás en los ríos que descienden y estás también en la sed de todos los seres vivos, estás en la tierra donde germina la hierba y estás también en el ganado que de ella se alimenta, estás en el pan que conforta y estás en el vino que recrea el corazón del hombre.

Los cedros del Líbano se levantan para dar cobijo a las aves, nada se consume en su arrogancia pues todo presta un servicio: Cada cosa cuida de todas las demás.
Signo de la inmensidad de tu Orden son los ciclos: La noche no nos cogerá por sorpresa, pues el sol no se oculta de improviso, ni tampoco llegará el invierno antes de terminada la cosecha.
Para que el Temor no asome y el Amor todo lo impregne, Tú lo arropas todo con todo.

Cada mañana sale el sol con noticias de júbilo, como si saliera por primera vez. Una oportunidad más que se da a los hombres para que admiren la obra del Amor, para que la respeten y la lleven por el camino que le es propio.
Pero los hombres se reúnen y hablan entre ellos: “Insulsas historias de amor, paraísos de fantasía. Nosotros sacaremos buen provecho de toda esta hermosura sin astucia.”

Escondes tu rostro y se anonadan, les retiras tu soplo y expiran, y a su polvo retornan.
¿Era necesaria la astucia? La gran estupidez del ser humano es la incapacidad de valorar el Amor hasta que no ha sido bañado en el pozo del terror.
Los astutos acaparan destruyendo, no pueden con todo y se quedan atrás, pero nosotros caminamos ligeros, llevamos el Agua de la Vida.
Mientras viva bendeciré al Señor, y no dejaré de proclamar las maravillas que Él me muestra. ¡Él también da testimonio de sus siervos! Las puertas de la muerte están cerradas, caminaremos siempre en el Reino de la Luz.

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